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La Libertad de Expresión va de que no tienes derecho a no ser ofendido, y la “falacia de la minifalda”

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El alcalde de Londres declara en la misma frase que “la libertad de expresión es vital, pero debe equilibrarse para mantener a otras personas seguras“. Otro autoritario más sermoneándonos desde una pretendida autoridad moral de la que carece.

NADIE tiene la autoridad moral que le habilite para cercenar un derecho de nacimiento como lo es la libertad de expresión; otra cosa es que les guste hacerlo.

En el mismo hilo Khan también dice que “las acciones de Trump han puesto a la gente en peligro de sufrir crímenes de odio y de violencia física”.

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, pide en Twitter una “nueva regulación del discurso online” a raíz del restablecimiento de Trump en Twitter.

Khan califica a Trump como “un peligroso político de extrema derecha que tiene un historial de incitación a la violencia”, proclama que “no se le debe permitir usar las redes sociales” y sostiene que ”necesitamos desesperadamente una regulación del discurso en línea”.

El alcalde musulmán de Londres también falla que las acciones de Trump pusieron en peligro a la gente de padecer crímenes de odio y violencia física.

Antes de pasar consulta al escandalizado Sariq no quiero pasar por alto la deliciosa guasa que tiene esta actitud de Khan viniendo de un seguidor de Mahoma. Mahoma (el hombre perfecto para cualquier musulmán) es un tipo que tuiteó cosas tan edificantes en el Corán como esta:

Combatid contra aquéllos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Allah ni en el Último Día, no hagan ilícito lo que Allah y Su mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera práctica de Adoración, hasta que paguen la yizia con sumisión y aceptando estar por debajo (Corán 9-29)

Como ya contamos con la hipocresía y el doble rasero que exhibe esta gentucilla tan entregada a decirnos cómo ser mejores personas, sean de la religión que sean, no voy a ahondar en las contradicciones del personaje, sino que haré algo mucho más importante: desarmar sus afirmaciones y poner en evidencia su tupido pelaje autoritario.

Empezaré por lo de que “la libertad de expresión es vital, pero debe equilibrarse para mantener a otras personas seguras”.

La libertad de expresión o es total o no es, sin “pero” alguno. En el momento que se habla de “equilibrarla”, como dice Khan, o de cualquier verbo que implique supervisión, de lo que hablamos es de censura, de atropello y de arbitrariedad. Solo podemos convenir en que la amenaza directa no constituye una forma de expresión sino una promesa de causar daño, y por tanto, la coacción, el chantaje o la amenaza física explícita no son formas de expresión sino delitos. Expresar ideas por muy escandalosas que resulten a unos o a otros, que eso va por barrios, es un derecho de nacimiento de cualquier ser humano.

En el momento en que alguien se atribuye la autoridad legal o moral de determinar cuáles son los límites de la libertad de expresar ideas, ese alguien solo puede ser visto como un liberticida. Aquellos que se arrogan una inmerecida e inexistente superioridad moral para definir de manera arbitraria qué tipo de ideas nos está permitido expresar y cuáles no son aceptables, y encima lo hacen en nombre de la “protección” de alguien, además de liberticidas, son unos hipócritas miserables.

Quien de verdad cree en la libertad de expresión debe defender el derecho de cualquiera a contar lo que opina, también el de aquellos que sostienen ideas que le resulten abominables. Aborrezco las opiniones de quienes niegan el Holocausto, de los que dicen que la Tierra es plana o de los que opinan que se puede tener un genero distinto cada día de la semana; pero estaré en su trinchera cuando se trate de defender su derecho a la libre expresión de sus ideas. Por más repulsiva que me pueda parecer una opinión, aún más me desagrada que se impida a alguien expresarla.

aquellos que, con el peregrino pretexto de evitar que unos –tal vez– hagan algo malo o que otros se ofendan, se atreven a censurar y a afear las ideas que no les gustan, son los mismos que no osarían decirle a una mujer que no se ponga la falda demasiado corta para evitar que alguna abuela se afrente o que algún pirado se anime a violar mujeres.

Hablando de barbaridades; también apoyo el derecho a expresarse de aquellos que, como Khan, creen en algo tan obsceno como que la libertad de expresión debe “equilibrarse” (eufemismo de censura) y encima emplean el pueril pretexto moral de que así lograr evitar un daño potencial a terceros.

Seamos muy claros, el objetivo de podar, recortar, equilibrar etc. la libertad de expresión, no es, nunca lo ha sido, defender la seguridad de nadie, sino tratar de obtener el monopolio de la verdad. La defensa de los desvalidos de turno, de los colectivos vulnerables, del planeta y de su puta madre, es solo, y siempre, la palanca para lograr el fin último que es controlar el relato a toda costa. La palabra es más fuerte que la espada. No esperemos oír la verdad, es decir, que se aspira a acotar nuestra libertad de expresión para que algunos puedan tener el inmenso poder de determinar lo que está bien o mal o lo que debemos opinar (obligatoriamente). Lo que sí oiremos es que si queremos ser buenos ciudadanos debemos apoyar que unas ideas tengan voz y aplaudir y aceptar que otras se prohíban y encima creernos que esto se hace por la salud o para que no lloren y sufran los transexuales, o para que no se ofendan los musulmanes, o para que no haya un chalado que dispare en la calle, entonces sí cuela mejor.

Emplear el pretexto de la protección de terceros o del bien común para “equilibrar” la libertad de expresión vende bien, suena bonito y hace que mucha gente compre la mercancía que los predicadores como Sadiq Khan ofrecen pero esta técnica de ventas hace agua por varios sitios:

1.- Al vendedor le da lo mismo el motivo por el que compras la bonita censura que te vende, lo que le importa es que la compres. Como buen vendedor tiene un extenso argumentario de ventas y un buen discurso de ascensor, pero su finalidad es cerrar la venta. No busca satisfacer tus necesidades morales, sino aprovecharse de ellas.

2.- Las propiedades de su producto generalmente son más falsas que un gato de escayola ya que no se puede demostrar una relación causa efecto entre la compra del producto (hacer que te calles si no opinas apropiadamente) y sus supuestos resultados (impedir que terceras personas sin definir cometan delitos o se sientan ultrajadas en algún momento).

3.- A muchos las imposiciones no nos gustan. Cuando se nos obliga a comprar un producto o servicio aunque no nos guste y so pena de sanciones, este pasa a llamarse impuesto, participio del verbo imponer. La corrección política y tener que envainarte las opiniones cuando estas no son del gusto del censor es cada vez más algo impuesto que una recomendación.

Y finalmente el argumento que resalta la doble moral de nuestros engreídos censores:

4.- La que yo llamo “falacia de la minifalda”. Si a una mujer que es abusada alguien le reprocha que vestía una falda muy corta y que por tanto tiene merecido el abuso, creo que podemos estar de acuerdo (excepto en el mundo de la Religión de la Paz) en que la mujer tiene derecho a vestirse como le dé la gana y no por eso ser culpada por su propia violación. También estaremos de acuerdo que solo un liberticida puede sostener que la mujer debe censurar su forma de vestir para contentar a quien sea. Hasta donde yo sé no existe el delito de “ir pidiendo guerra” o el de “vestir incitando a la violación”. Tampoco le valdrá de nada a un violador alegar que después de ver un strip-tease estaba tan salido y cachondo que se vio obligado a violar a la primera mujer que pasaba por la calle.

Tampoco está bien visto que se pida a una mujer que no se ponga una minifalda para no ofender a una tercera persona. El razonamiento en este caso es que cualquier persona es libre de ofenderse o no, pero NADIE TIENE DERECHO A NO SER OFENDIDO y menos derecho a exigir que no se digan cosas que le ofendan.

Seamos muy claros, el objetivo de podar, recortar, equilibrar etc. la libertad de expresión, no es, nunca lo ha sido, defender la seguridad de nadie, sino tratar de obtener el monopolio de la verdad

Los mismos que, con el peregrino pretexto de evitar que unos –tal vez– hagan algo malo o que otros se ofendan, se atreven a censurar y a afear las ideas que no les gustan, no osarían decirle a una mujer que no se ponga la falda demasiado corta para evitar que alguna abuela se afrente o algún pirado se anime a violar mujeres.

El derecho a tener y expresar ideas existe y es una noble causa, mientras que evitar que alguien –o algún grupo de forma colectiva– no se ofenda no puede ser ni siquiera tenido en cuenta en una sociedad sana.

Sigamos diseccionando a Sadiq Khan

“Las acciones de Trump han puesto a la gente en peligro de sufrir crímenes de odio y de violencia física”

Incluso sosteniendo la ridícula teoría de que “equilibrar” la libertad de expresión va a evitar que se cometan crímenes reales, o ficticios como los “crímenes de odio”, este tipo de postulados se desmorona en cuanto lo llevamos a su máxima expresión.

Cualquier idea o cualquier enunciado es susceptible de provocar en alguien sentimientos de odio o incluso animarle a cometer un delito de verdad. No será por falta de gente y tampoco por escasez de chalados. Si expresas la idea de que el asunto de la superioridad de la raza aria es algo irrisorio, es bastante probable que le rompas el corazón a algún pobre nazi –como los que abundan por Ucrania de un tiempo a esta parte–, que le ofendas y que enciendas su odio esvástico. Estrictamente eso sería un delito de odio. Si ese mismo nazi despechado por tu comentario se lía a tiros y mata a 10 viandantes entonces tú “has puesto en peligro a la gente de sufrir violencia física”, como diría Sadiq Khan, por ofender a los nazis…o a los musulmanes…

Si a otro instigador del odio se le ocurre escribir que el ajedrez no es un deporte, a la mayoría de los ajedrecistas que lo lean les dará igual, algunos ironizarán con el asunto y se lo tomarán a chanza, otros esgrimirán argumentos y se liaran a debatir; tal vez alguno se ofenda y hay una probabilidad cuántica de que un ajedrecista-lobo-solitario mate en defensa del honor del juego. Solución: “equilibrar” la libertad de expresión para mantener a las personas seguras declarando al colectivo ajedrecista como vulnerable y necesitado de especial protección, y categorizando las críticas al ajedrez como delitos de odio ¿es eso?

Lo mismo para el fútbol, la jardinería, los tatuajes, las religiones, y la tortilla de patatas con o sin cebolla. Nada que sea potencialmente ofensivo (o sea todo) debe permitirse ser dicho o escrito; es para equilibrar ¿Quién (y cómo) dictamina qué tipo de ofensas son peores, cuáles son merecedoras de ser perseguidas y censuradas y cuáles no?

¿Dejamos al albur y al buen criterio de los políticos y las élites no elegidas que les controlan las decisiones acerca de cómo recortar –“equilibrar” según el alcalde de Londres– la libertad de expresión?

Cuando un político dice que el aborto va de “tu cuerpo tu decisión” (aunque hay quien dice que hay más de un cuerpo implicado), y ese mismo político afirma que las dizque vacunas van de “tu cuerpo nuestra decisión”, estoy convencido que a más de uno se le enciende el odio y a muchos les ofende. A mí personalmente me parece un atentado contra el razonamiento y la lógica ¿Lo metemos en la lista de recortes para “equilibrar”?

Cuando en California se aprueba una legislación por la que los menores de edad de cualquier estado pueden escapar al “golden state” para someterse a castración química con bloqueadores hormonales o quirúrgica –rebanarse los pechos o el pene– y que los padres pierdan la custodia y no tengan acceso al tratamiento al que someten a su hijo o hija, creo que habrá quien odie por esto al gobernador Gavin Newson y multitud de genete ofendida ¿Va para la lista de recortes para “equilibrar” silenciar a los cultistas de la castración de niños?

Cuando en España por el mismo crimen si eres hombre enfrentas una condena por delito mientras que si eres mujer es una mera falta, a buen seguro que alguien de mecha corta puede, encendido de odio, liarla parda cegado por el odio que le causa tan colosal arbitrariedad. Creo que huele a ofensivo ¿Lo metemos en la lista de temas tabú para “equilibrar”?

Todos podemos, y los políticos los primeros, incitar al odio por solo contar algo, todas las ideas pueden ofender, siempre habrá un loco o un criminal dispuesto a delinquir y siempre habrá un gilipollas presto a enlazar al criminal y su delito con quien haya dicho o escrito algo. A este último gilipollas lo que le interesa no es tanto evitar delitos como tapar la boca de quien considera su adversario.

Cuando Sadiq Khan dice que Trump ha puesto a la gente en peligro por las cosas que ha dicho (ninguna por cierto ha sido un llamamiento a la violencia explícito) está pasando por alto que él pone en peligro (de verdad) a la gente de Londres por las cosas que hace o no hace como alcalde. El alcalde de Londres es el máximo responsable de la MET, la Policía Metropolitana de Londres, una fuerza policial donde los agentes dilapidan recursos públicos yendo a visitar a su domicilio a quien puso un meme en Twitter o Facebook mientras dejan de investigar robos en domicilios en una ciudad donde los apuñalamientos están a la orden del día.

Nuestros cínicos censores, sabedores de la inconsistencia de su totalitarismo camuflado de buenas intenciones, también se aferran a la idea de que su censura está destinada a proteger lo que llaman “colectivos vulnerables”. Puesto que es más que obvio que el sentimiento de ofensa es algo subjetivo mientras que su veto a la expresión de ideas es un crimen objetivo, argumentan que hay determinados “colectivos” que precisan de un mimo extremo y de una protección extra. Es decir que no todos somos iguales sino que los sentimientos de algunos se tienen en cuenta y los de otros no. Por ejemplo, hacer burla del colectivo LGBTI está feo pero no así hacerlo del colectivo de los trabajadores autónomos o del de los fieles de misa dominical. Esta absurda arbitrariedad es así porque así lo determina una auto-erigida autoridad con una agenda ideológica y unos fines políticos. Ante esta estrategia paternalista cabe decir tres cosas:

a) los colectivos están compuestos de gente heterogénea y no son sujetos de derechos ni tienen sentimientos que puedan ser ofendidos. Si alguien no me cree que por favor pregunte a algún colectivo de su elección sin emplear la ouija.

b) los individuos adscritos a un colectivo por una circunstancia u otra (de entre miles de características de cada persona) no gozan del fantasmal derecho de no ser ofendidos

c) aún en el supuesto ficticio de que los colectivos sintieran, fueran homogéneos y/o tuvieran derechos sería una absoluta subjetividad determinar qué colectivos son los más “vulnerables”

Aquí te cuento todo lo que querías saber sobre los colectivos pero nunca te atreviste a preguntarlo:

Voy concluyendo. La libertad de expresión además de ser un derecho es un activo de la Humanidad ya que permite que mediante el debate de ideas se puedan cuestionar paradigmas de cada época. En la época en la que en Occidente lo correcto era decir que los negros o los indios nativos eran seres inferiores nacidos para ser esclavos, este siniestro paradigma lo cambiaron los que en uso de la lógica y empleando su divina libertad de expresión alzaron valientes la voz contra esta sinrazón. Fueron los que pasándose por el forro si cantar la verdad ofendía a los colectivos sensibles del momento y a los censores de entonces, lograron imponer una idea más potente y lógica: todos los hombres tienen los mismos derechos. En otras culturas más colectivizantes y tribales donde la libertad de expresión es poco menos que pornográfica, aún existe la esclavitud y aún azotan a las mujeres por adulterio real o simulado.

Un GILIPOLLAS COMO SADIQ KHAN no tiene el derecho a determinar de qué g podemos hablar; carece de autoridad para determinar qué es o no ofensivo; no puede dictaminar qué monumentos, nombres de calles o qué estatuas dañan la sensibilidad y cuáles no. Aquí nadie puede enarbolar el pendón que rece “somos los buenos” y no tenemos que someternos a su libertad de expresión “equilibrada”.

Hago una petición a todos los que se apuntan al carro de una libertad de expresión perimetrada , aún a sabiendas de que caerá en saco roto: por favor no invoquéis lo bonita que es la libertad de expresión cuando os dedicáis a socavarla; parecéis parricidas hablando del amor de madre.

Y por último termino con un matiz psicológico para que quien quiera lo rumie. Quienes abogan por laminar la libertad de expresión tienen, de una forma inconsciente, el convencimiento íntimo de que sus enunciados son ridículos e indefendibles (como lo fueron los de los esclavistas antaño). Esta quemazón –se llama disonancia cognitiva: dos pensamientos en conflicto– dispara el miedo a no contar con argumentos de peso para defender sus postulados. Para evitar ese comezón neuronal necesitan prohibir los contraargumentos que les desacreditan para aliviar su conciencia.

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