El objetivo estratégico es socavar tu libertad tapándote la boca y sisándote la cartera. Esta guerra, o la idiotizante plandemia, son meros medios al servicio de ese objetivo superior.
El pasado 7 de marzo escribí en el artículo titulado “No seas idiota. En esta guerra su enemigo eres tú” en el que decía:
“El caso es que esta convenientísima guerra en Ucrania establece el marco de referencia ideal para obtener varias cosas dentro de la estrategia liberticida de las élites globalistas. La primera es que, ahora que el discurso covidiótico único se está desmoronando a fuer de contrastarse con la evidencia, una guerra con su correspondiente relato obligatorio adosado, es la mejor de las distracciones. La segunda ventaja para estas mismas élites es que, al presentarnos a un villano de leyenda al que todos debemos detestar –como el relato obliga–, logran desviar la atención sobre las hijoputeces que nos vienen infligiendo nuestros tiranos domésticos y globales”.
De esta afirmación que hacía en marzo, se pueden destilar las líneas maestras que rigen el proceso de ingeniería social en el que (casi) todos somos cobayas:
1.- Acogotar la libertad de expresión y silenciar cualquier discurso que no sea el oficial.
Se trata de cabalgar crisis tras crisis para galvanizar a la opinión pública –e idiotizarla hasta el límite– alrededor de discursos únicos prefabricados e imposibles de desafiar. Mantener y ampliar las excusas que permitan ir laminando la disidencia y acotando el discurso alternativo, acuñando calificativos tabúes para etiquetar a quienes no nos plegamos a tragarnos patrañas, por más mainstream que estas pretendan ser. Ayer etiquetaban como terraplanistas o antivacunas a quienes no se tragaban los embustes sobre las pociones llamadas vacunas, hoy toca llamarnos trolls de Putin a quienes exponemos datos y hechos, los ponemos en contexto y opinamos distinto al “consenso” obligatorio que se podría resumir en “Zelensky es Chuck Norris, Putin es Darth Vader”. Mañana nos recetarán otra crisis que vendrá acompañada de un consenso igualmente artificial, así como de los necesarios epítetos para colgar en la solapa de los que desafíen el nuevo, y jodido, guion oficial.
2.- Desviar la atención hacia enemigos externos.
Pones un malo, le provocas, le señalas –y si es posible haces que se enfade– y diriges la ira y el cabreo difuso y de unas masas aturdidas tras una plandemia que las dejo aleladas, contra esa figura. Llamaré a esa estrategia la piñatización. La piñatización consiste en que el malo de turno es la piñata, los palos que repartes son el “consenso” y las vendas que pones a los que atizan a la piñata son los medios de comunicación “de confianza”. Esta venda en los ojos permite que los muñidores de esta piñatización extraigan los recursos de sus vasallos entretenidos con el juego al que todos somos bienvenidos.
Por supuesto estos malos, a los que nos dan permiso para odiar y criticar, son –cómo no– los culpables de absolutamente todos nuestras penurias. La cartera te la roba otro, pero cuando te echas la mano al bolsillo con los ojos vendados y ves que eres pobre, los mismos que te acaban de robar te dicen que la culpa es del Putin naziturbocomunista al que arreas a ciegas.
3.- Empobrecernos hasta el límite.
A más pobres menos capacidad de lucha. La libertad pasa a ser secundaria cuando rugen las tripas. A más pobre menos tiempo de pensar en algo que no sea comer hoy y, en el futuro, lograr que no te eutanasien por control remoto por pensar o hablar inadecuadamente. Un proceso lento pero continuo, al estilo de la rana en la olla que pasa del agua fresquita al agua tibia y a estar hirviendo casi sin darse cuenta.
Este empobrecimiento de las masas discurre en paralelo al enriquecimiento de las élites. El traspaso de riqueza desde las clases medias, proletarizadas a fuego lento, hacia las élites y desde las PYMES a las grandes corporaciones multinacionales es algo que se ha visto claramente durante la plandemia. Los pequeños comercios y los negocios familiares cerrados mientras empresas como Amazon trabajaban a pleno rendimiento y veían sus cuentas de beneficios crecer. El Clan de las Ciberdictaduras (Facebook, Google, Apple, Twitter, Microsoft) ha ido obteniendo más visitas y logrando más ingresos a la par que van fusilando las voces disidentes y relegando el discurso que ellos califican como “desinformativo” al fondo de los resultados de búsqueda. Estas ciberdictaduras están demostrando un empeño y una dedicación admirables en el cumplimiento de sus funciones como matones al servicio de las élites. Ese es su papel y ya ni se molestan en ocultarlo.
Lo que tenemos en resumen, son ciudadanos asustados, entumecidos y saturados de propaganda que van deslizándose hacia el vasallaje mientras descargan su ira contra los enemigos “aceptables”. En ese proceso todos vamos perdiendo nuestra libertad y el dinero que nos ayuda a ser libres.
Ursula von Der Leyen y el resto de la banda te dicen que puesto que Rusia es mala por invadir Ucrania “sin motivo alguno” (Ver aquí y aquí) –si dices que eso no es así es porque te paga Putin y devoras bebés– debemos castigar hasta al último ruso. Luego resulta que ese castigo que supuestamente ayudas a infligir también lleva aparejado que pagues todo mucho más caro y que te autocastigues por el bello “bien común”. Ursula seguirá viviendo de putísima madre, disfrutando de una pensión vitalicia y de los pingües negocios de su marido –ejecutivo de la industria farmacéutica–, convenientemente vitaminados por la estrecha relación entre Ursulita y Pfizer. Tú mientras tanto no llegarás a mediados de mes… La culpa es de Putin y lo estás haciendo muy bien, tu sacrificio es por una buena causa… puteándote a ti se logra esa cosa tan aterradora que nuestros cabrones al mando llaman “bien común” (¿te acuerdas de los encierros plandémicos?) y que no es otra cosa que el bien de Ursula y su cuadrilla.
Mientras pagas el gas a precio de caviar de beluga para lograr vencer a Putin, pasan cosas interesantes. Alemania se queda sin suministro de gas ruso y se cancela el proyecto Nord Stream II. Curiosamente –casualidades– Estados Unidos, que lleva tiempo tratando de evitar que el proyecto de un segundo gaseoducto entrara en funcionamiento, logra que la guerra haga que Alemania se dispare un tiro en el pie.
En noviembre de 2021 Anthony Blinken, secretario de Estado de EE.UU. en la administración de Tutan-Biden y famoso por azuzar guerras por todo el mundo cuando era el compinche de la bruja Clinton en la Administración del Premio Nobel de la Paz Obama, ya pedía que se cerrara el Nord Stream II.
Aquí te dejo querido lector un artículo muy muy interesante de CNBC de marzo de 2021 The Nord Stream 2 dilemma: Why a trans-Atlantic dispute is likely to go from very bad to even worse
Este gaseoducto hacía que no fuera necesario traer el gas a Europa pasando por el protectorado del Clan Biden y del Pantano de Washington, Ucrania, donde la élite de Washington ha distraído miles de millones de dólares que desaparecieron con la ayuda de personajes oscuros como Ihor Kolomoysky para el que trabajaba Hunter el hijo putero y politoxicómano de Joe Biden.
Cuando hablo de EE.UU. de forma despectiva lo hago refiriéndome a su endogámica administración federal, ese lodazal apestoso de lobbies de todo pelaje que pululan por Washington colocando y pagando a imbéciles útiles a cargo de agencias federales, y no al pueblo estadounidense al cual admiro en muchos aspectos.
Mientras en Europa vamos a pasarlas canutas en los próximos meses “por culpa de Putin”, las empresas gasistas norteamericanas tienen motivos para descorchar el champagne. Aquí os dejo unos pantallazos de la evolución de las cotizaciones de las acciones de las mayores empresas de gas natural de EE.UU. en los últimos 12 meses:
Exxon de 52 a 94 dólares

Devon Energy de 25 a 68 dólares

Chesapeake Energy de 52 a 96 dólares

Ovintiv Inc. de 23 a 49 dólares

Conoco Phillips de 52 a 105 dólares

Southwestern Energy Company de 4 a 7,44 dólares

Chevron de 94 a 160dólares

William Companies Inc. de 24 a 35 dólares
