En 2014 tuvieron lugar sendos golpes de estado en Kiev (Ucrania) y Saná (Yemen), y los presidentes de ambos países tuvieron que huir. Ahí se acaban las coincidencias.
Ucrania. En 2010 Viktor Yanukovich derrotó a Yulia Timoshenko por un millón de votos de diferencia (12,5 y 11,5 millones de votos respectivamente) en una elecciones con más de 3 mil observadores internacionales (OSCE, Parlamento Europeo, Asamblea Palamentaria del Consejo de Europa y varias ONGs).
Yemen. En 2012 Abdrabbuh Mansur Hadi se presentó a las elecciones presidenciales yemeníes como único candidato a propuesta tanto del partido gobernante como de la oposición. En estas elecciones votaron un 65% de los yemeníes y Hadi obtuvo un “contundente” 100% de respaldo. Ejem.
En noviembre de 2013 las fuerzas opositoras a Yanukovich encabezaron unas protestas en el oeste del país motivadas por el giro dado por el presidente al negarse a que Ucrania oscilase definitivamente hacia los intereses del lobby Bruselas-Washington. Yanukovich, natural de la región abiertamente pro-rusa del Donbas, ganó las elecciones como candidato del Partido de las Regiones, arrasando en el sur y el este del país, y nunca escondió sus intenciones de mantener a Ucrania como aliada de Rusia. Las protestas en Kiev se mantuvieron hasta febrero de 2014 cobrando un cariz más violento a medida que los nacionalistas (y sí, neonazis confesos incluidos) se hacían con el control de los acontecimientos y se convertían en la vanguardia de la violencia callejera. Exactamente 100 personas, entre policías y civiles, fueron asesinadas y aún hoy no ha habido detenciones ni juicios al respecto de esos crímenes de sangre necesarios para ganarse a la opinión pública occidental.
Haré un paréntesis para llamar la atención sobre el hecho de que estos 100 asesinatos a manos de francotiradores siguen sin ser aclarados y que tras el golpe de estado, la coalición que arrebató el poder firmó una ley de amnistía con la que se lavaron todas las atrocidades cometidas en este “festivo” Euromaidán (de los cojones) que nos vendieron entonces, y nos venden hoy, como una verbena pacífica contra un señor muy malo.
En una conversación telefónica interceptada por los servicios secretos aún leales a Yanukovich, fechada el 26 de febrero de 2014, entre el ministro de Asuntos Exteriores de Estonia, Urmas Paet, y la Alta Representante de la UE, Catherine Ashton se oye decir al primero:
“Es muy inquietante que la nueva coalición no quiere investigar lo que sucedió (los asesinatos a manos de francotiradores)”
“Hay un fuerte convencimiento de que detrás de los francotiradores no estaba Yanukovich sino alguien de la nueva coalición”
¿Desinformación rusa? Pues parece que no porque el Ministerio de Asuntos Exteriores de Estonia confirmó la autenticidad de la grabación (pronto la saco en vídeo) en una nota oficial solo una semana después (5 de marzo)

Un golpe de estado contra un gobierno legítimo y cuyos instigadores precisaron asesinar a sus conciudadanos para acumular la cifra mágica de 100 cadáveres, que al parecer iban a ayudar a impulsar su causa entre el ganado lanar occidental. A la hora de votar en la Rada Suprema la destitución de Yanukovich, los parlamentarios de su partido fueron intimidados, apedreados y golpeados, evitando así que entraran en la cámara y los 3/4 de votos a favor necesarios no se alcanzaron. Según la Constitución ucraniana son necesarias las tres cuartas partes de lo votos para destituir al jefe del Estado (338 votos). El 22 de febrero votaron a favor de la destitución de Yanukovich 328 parlamentarios. No cumplieron ni con las formas, incluso haciendo trampas.
A raíz de ese golpe de estado la mitad este de Ucrania se sintió traicionada (con mucha razón) y a mi entender el error de Rusia entonces fue limitarse a recuperar el préstamo de Crimea y organizar cierta resistencia en una parte de los oblasts de Lugansk y Donetsk. El golpe de estado de Kiev era un casus belli claro para que Rusia hubiera, como poco, tomado el control de todo el sur y el este de Ucrania. En 2014 el ejército ucraniano no había sido tan reforzado por la OTAN como lo está hoy y la toma del control de toda Ucrania, o de al menos la mitad del país, a manos de los ucranianos orientales y los rusos podría haberse completado con un coste en vidas y recursos mucho menor. Era mucho más entendible y apropiado que Rusia interviniera entonces (y no tanto ahora), inmediatamente después del flagrante golpe de estado y los crímenes asociados a este, en defensa de la legalidad y de millones de ucranianos a los que les habían robado –literalmente– sus votos.
Volvamos al suroeste de la península arábiga. Cuando el presidente Hadi, ese que se presentó como único candidato en 2012 y ganó con el 100% de los votos, huyó a Arabia Saudí, tuvo tras de sí el apoyo de una coalición integrada por Arabia Saudí, Marruecos, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Senegal. Además de contar con el apoyo de esta coalición de satrapías dictatoriales musulmanas (valga la redundancia), el depuesto presidente también contó con el apoyo sobre el terreno de las milicias del Estado Islámico (ISIS) y de Al Qaeda, y todos los anteriores contaron con el apoyo estratégico (armas, inteligencia militar e incluso intervenciones militares esporádicas) de los EE.UU.
Hadi, un presidente tirano (algo habitual y natural en los estados musulmanes) derrocado, contó con el apoyo del mundo mundial y los rebeldes chiitas houthíes, otros cabronazos desorejados dentro del paisaje tribal de las naciones islámicas, eran los malos para todos excepto para Irán y sus Ayatollahs.
Salvando las diferencias, Hadi es el equivalente de Yanukovich, el primero huyó a Rusia (se escapó de ser asesinado de milagro gracias a una operación de distracción) y el segundo a Arabia Saudí. Los houthíes serían el equivalente a los nacionalistas y demás golpistas ucranianos que tomaron el poder de manera ilegal. Hadi ganó unas elecciones donde él era el único candidato, Yanukovich ganó las elecciones presidenciales en dos rondas y con observadores internacionales; pero fue el tirano Hadi el que contó con el apoyo de esa basura al peso que se llama la “comunidad internacional”. Fueron los golpistas, asesinos y criminales, ucranianos los que concentraron todas las simpatías de la “comunidad internacional” y el presidente y el gobierno legítimamente electos fueron despachados como tiranos. Y todos a tragar.
