¿En qué consiste la crisis insostenible con Marruecos que Pedro Sánchez dice haber solucionado arrastrando (aún más) la dignidad del Gobierno?
Pedro Chulo-Piscinas Sánchez redactó una carta dirigida al regordete sultán y dictador de Rabat en la que le comunicaba que España, o mejor dicho el gobierno que él pastorea, apoyaba y bendecía la ocupación ilegal por parte de Marruecos del Sahara Occidental. Este pasado miércoles Sánchez manifestó en Ceuta que España ha alcanzado “un buen acuerdo para los dos países” que pone fin a una “crisis insostenible”.
En qué consiste o consistía exactamente esa crisis es algo que nuestro macarrilla galán de telenovela no ha querido aclarar, pero que no es difícil deducir. Los términos del acuerdo al que Sánchez se refiere no los veremos en negro sobre blanco jamás.
Aznar rompió con la tradición de los gobernantes españoles de masturbar la vanidad de los monarcas alauitas. Una tradición inaugurada por Juan Carlos I (otro enemigo de Aznar) en 1975
De un lado tenemos a un rey dictador con un poder omnímodo sobre la nación que rige, Marruecos. Mohamed VI es un déspota, hijo y nieto de déspotas (Hassan II y Mohamed V), que señorea y rapiña su reino sin oposición alguna, pero que también mantiene unos clarísimos objetivos estratégicos y un plan a largo plazo para obtener dichas metas. De otro lado tenemos a Sánchez, un tramposo y embustero compulsivo, un mitómano, con un afán de rapiñar a corto plazo y cuyo objetivo único consiste en mantenerse en el machito a cualquier precio. Una pareja, en definitiva, destinada a “entenderse” en los términos que el sultán imponga.
Al parecer fue el propio Sánchez quien redactó la epístola al sátrapa alauita en la que rendía la ya de por sí blandita postura española al respecto del Sahara Occidental. Parece ser que Sánchez no informó sobre la misiva o su contenido ni a sus socios comunistas ni a la mayoría de los propietarios de los culos que calientan las butacas del Consejo de Ministros. Este es un dato muy importante porque denota que la “crisis insostenible” tiene una derivada personal para nuestro pomposo macarra, esta derivada se llama “chantaje”. Lo diré claro, Sánchez se siente personalmente amenazado, percibe su poder en peligro, por el régimen marroquí. Y tiene razón. A Mohamed VI no le van a bajar del trono, al menos no sin cierta ayuda, y Sánchez está de paso.
De amenazas veladas personales procedentes de Marruecos sabe mucho José María Aznar. Fue en julio de 2002, cuando un entonces menos orondo Mohamed, que llevaba escasos tres años en el trono, tuvo la idea de mandar a unos gendarmes a ocupar el islote de Perejil. El objetivo de esta aparente astracanada era tomarle la temperatura a Aznar. Aznar le contestó desalojando a la fuerza ocupante y Mohamed VI le devolvió el golpe en menos de dos años; exactamente el 11 de marzo de 2004, llevando a su amigo José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa, sangre y muerte de inocentes mediante, ante un atónito Aznar saliente que debió haber sido más duro con el angelito con babuchas.
Allá por 2002 Aznar apoyaba el plan de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara Occidental) y defendía la realización de un censo exhaustivo para determinar el cuerpo electoral en dicho referéndum. Jorge Dezcallar cuenta en su libro autobiográfico “Valió la Pena” que su amigo Mohamed Benaissa (fue ministro de Exteriores de Marruecos) le comentó que tras una reunión entre Mohamed VI y Aznar, el rey le confío refiriéndose a Aznar que “este tío es un arrogante impresentable”. Es lo que tiene llevarle la contraria a un tipo como el tirano marroquí, acostumbrado a un trato reverencial como máxima autoridad civil y religiosa, que el tipo entre en shock, enrabie y se cobre venganza, a sabiendas de que su venganza no tendrá coste alguno sobre su régimen. Es lo que pasa cuando no se le sabe demostrar determinación a un matón, que este se viene arriba.
Dezcallar, un diplomático convertido en jefe de los espías españoles, es un personaje tan abominable como interesante –tal vez algún día desarrolle con datos los motivos que le hacen merecedor de esos calificativos– que siendo el jefe de los espías españoles no estuvo a la altura del puesto bien sea porser ineficaz o por algo mucho peor como el hacerse el ciego. Dezcallar pasó de ser embajador en Marruecos entre 1997 y 2001 a convertirse en el primer director civil del CNI (2002 a 2004). El legado de este sujeto, que hizo buenas amistades con prebostes de la dictadura marroquí y se tocó las pelotas –o hizo algo peor– antes, durante y después de los atentados del 11M, es un legado infame. De aquel atentado queda para el recuerdo (de algunos) la infamia de ver, a los pocos dias de la masacre, achatarrar los vagones, la pistola humeante del crimen, donde se cometió el mayor atentado terrorista de la Historia moderna de Europa. Fue decretado que aquello fue culpa de Aznar y la guerra de Iraq y quien no comprara o compre este cuento es un conspiranoico. Nada que ver aquí, circulen.
No debe pasarnos desapercibido el hecho de que mientras que en 2001 Aznar le llevaba la contraria al rey hortera del sur, un personaje de cejas permanentemente arqueadas tuvo la genial ocurrencia de pasearse por Marruecos a rendir pleitesía al tirano en una sala presidida por un enorme mapa de marruecos que incluía no solo el Sahara sino también Ceuta, Melilla y las Islas Canarias. Hablo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Zapatero pasó dos días en Rabat, en calidad de jefe de la oposición, pocas semanas después de que Mohamed VI retirara al embajador en Madrid, unos meses antes de que Marruecos tomara Perejil y 2 años y medio antes de llegar a la Moncloa gracias a unos atentados terroristas nunca aclarados. Yo solo ofrezco datos y sitúo a los personajes en el contexto; atar cabos, despertar sospechas y sacar conclusiones es algo que dejo a mis lectores.
Independientemente de quienes estuvieran detrás de aquellos atentados llevados a cabo poco antes de unas elecciones, hay algo que es absolutamente cierto: Mohamed VI salió ganando con el paisaje político derivado de aquella matanza. El chico (Zapatero) con el que el sultán se entrevistó en 2001, cuando el tirano mantenía su pulso con Aznar, era ya presidente del Gobierno. El mismo chico que se dedicó a hacer política exterior contraria a los intereses de España cuando Marruecos apretaba, fue el que tuvo la genial idea de no ponerse de pie al paso de unidades del ejército estadounidense durante el desfile de la Hispanidad, logrando que en EEUU vieran a España como un socio no de fiar.
Hoy Marruecos es socio preferente de los EEUU, que les está armando hasta los dientes y ha reconocido su ilegal soberanía sobre el Sahara y nuestro macarrilla es el apestado del orbe. Un pordiosero con falcon que mendiga segundos de imágenes con la momia Biden. Quid prodest, a quién benefició todo aquello. Rúmienlo pues quienes aún tengan capacidad para ver más allá de la propaganda. Dicho queda.
Para Mohamed VI la política española de Aznar, defendiendo una postura contraria a sus intereses, era un insulto personal, porque para la dinastía alauita, Marruecos es su empresa y ellos son sus dueños. El déspota con chilaba detestaba que ese señor con bigote, que se fumaba puros en la Azores con George Bush y Tony Blair, con los pies subidos encima de la mesa, no le masajeara sus alauitas pelotas de Comendador de los Creyentes, como Alá ordena. Aznar rompió con la tradición de los gobernantes españoles de masturbar la vanidad de los monarcas alauitas. Una tradición inaugurada por Juan Carlos I (otro enemigo de Aznar) cuando siendo príncipe el hoy emérito, acarició con fruición las gónadas del padre de Mohamed, Hassan II, allá por 1975. Hablo de cuando se entregó un pueblo y un territorio a un dictador.
Pedro Sánchez ha viajado a Ceuta y Melilla aprovechando que ya tiene el permiso de Palacio (del de Rabat se entiende) y ha sido incapaz de expresar en qué demonios consiste esa “crisis insostenible” y tampoco ha desvelado qué es lo que gana España con su bajada de pantalones. No hay ninguna carta de Mohamed VI en la que este anuncie que desiste de reclamar territorio español, no hay ningún compromiso por escrito por el que Marruecos renuncie a mojarnos la oreja a cuenta de la explotación de recursos en aguas canarias, no hay nada.
En definitiva, a la política exterior española le deben salir ya pelitos en las pelotas, ya va siendo hora, y debemos tener una política de Estado con mayúsculas en lugar de representar el siempre el papel de la mujer maltratada que siempre perdona al marido abusón. Seamos feministas.