En el conflicto ruso-ucraniano podemos creernos a los medios de intoxicación que llevan dos años mintiéndonos a cuenta del Covid o buscar datos y comparar enfoques que nos permitan sacar conclusiones razonadas.
Valery Gergiev ha sido despedido como director titular de la Filarmónica de Múnich por su apoyo a Vladimir Putin, y por no rechazar la invasión de Ucrania. Es solo un caso más.
El alcalde muniqués, Dieter Reiter, pidió a Gergiev que se retractara de sus posiciones y como el músico no accedió su única opción era despedirle.
La Filarmónica de Róterdam en los Países Bajos también le ha despedido tras constatar “una división infranqueable” entre la orquesta y el director sobre el tema del conflicto. Gergiev llevaba desde 1988 colaborando con esta filarmónica, pero como no piensa lo correcto debe irse.
Desde el Scalla de Milán también han manifestado que salvo que el director de orquesta ruso no se retracte de sus declaraciones, tampoco contarán con él dirigiendo en los próximos días la obra de Tchaikovsky “La Reina de Picas”.
El caso de Gergiev es, como decía, uno más de muchos casos. Personas atacadas por sostener ideas contrarias a las que se quieren imponer a la fuerza ¿Algo que ver con la agenda covidiótica? Bastante.
Los equipos rusos de fútbol, de hockey sobre hielo, de baloncesto, expulsados de las competiciones deportivas; los gatos de razas rusas excluidos de las competiciones felinas (no es coña); Apple, Disney, Nike, Netflix, dejan de vender sus productos en Rusia; un millonario ruso ofrece públicamente una recompensa por la cabeza de Putin; el senador Lindsey Graham se pregunta en Twitter si no habrá un Bruto para asesinar a Putin como se asesinó a Julio César; el ministro de asuntos exteriores de Luxemburgo también pide el magnicidio; navieras denegando el suministro de mercancías; Suiza rompiendo su neutralidad por primera vez en siglos; ciudadanos rusos perseguidos por todo el mundo; un organismo como el SWIFT, del que también participa Rusia, machacando a la ciudadanía rusa; y todo aquel que se atreva a criticar este sinsentido es indefectiblemente acusado de traidor y de irse de cañas con Vladimir Putin. Apuntadme pues a la lista de traidores.
Is there a Brutus in Russia? Is there a more successful Colonel Stauffenberg in the Russian military?
— Lindsey Graham (@LindseyGrahamSC) March 4, 2022
The only way this ends is for somebody in Russia to take this guy out.
You would be doing your country – and the world – a great service.
El senador Graham pidiendo públicamente voluntarios entre la ciudadanía rusa para asesinar a su presidente.
Argumentos para retrasados mentales con resaca
El argumentario listo para llevar y para consumir sin necesidad de ir más allá lo resumió hace poco la vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, en el programa de radio “The Morning Hustle”:
“Ucrania es un país en Europa. Existe junto a otro país llamado Rusia. Rusia es un país más grande. Rusia decidió invadir un país más pequeño llamado Ucrania, así que básicamente eso está mal”.
Con esa explicación para retrasados mentales con resaca, Kamala Harris estaba inadvertidamente contando la historia de cómo su país creció invadiendo México, y no solo eso.
Es muy interesante este argumento Disney de malos y buenos y sin matices posibles. Aplicando el razonamiento de la segunda al mando –detrás de la momia manoseadora de niñas prepúberes, Biden– podemos volar por los aires todo lo que han venido haciendo las administraciones estadounidenses desde hace décadas. Sin remontarnos al siglo XIX en el que este país se conformó a base de compras forzadas de territorios y de invasiones de vecinos sureños, podemos viajar a los siglos XX y XXI y pasearnos por Corea, Vietnam, Irak, Somalia, Libia, Serbia, etc. y aplicando la doctrina Harris de Barrio Sésamo, colegir que EE.UU. ha sido muy malo y muy travieso.
Libia es un país en África. Existe otro país llamado EE.UU.. Estados Unidos es un país más grande. Estados Unidos decidió bombardear un país más pequeño llamado Libia, así que básicamente eso está mal. Iraq es un país en Oriente Medio. Existe otro país llamado EE.UU.,… y así podemos aplicar el libreto de Kamala a todos los conflictos en los que EE.UU. ha estado implicado desde la II Guerra Mundial ¿Ponemos precio a la cabeza de todos los presidentes useños que han dado su visto bueno a guerras criminales?
El caso es que esta convenientísima guerra en Ucrania establece el marco de referencia ideal para varias cosas dentro de la estrategia liberticida de las élites globalistas. La primera es que, ahora que el discurso covidiótico único se está desmoronando a fuer de contrastarse con la evidencia, una guerra con su correspondiente relato obligatorio adosado, es la mejor de las distracciones. La segunda ventaja para estas mismas élites es que, al presentarnos a un villano de leyenda al que todos debemos detestar –como el relato obliga–, logran desviar la atención sobre las hijoputeces que nos vienen infligiendo nuestros tiranos domésticos y globales.
Ofrecer un supervillano que haga las veces de piñata a la que todos somos invitados a dar golpes, es una manera de aliviar la ira acumulada del populacho. Nada mejor que ofrecer a una población exhausta, mosqueada y cabreada con los absurdos mandatos plandémicos barra libre de chupitos de odio. Mirad chicos, un Putin, ¿a qué es muy malo? Venga desfogaos.
La consigna es clara: Desahogaos llamándole cosas a Putin y cazando rusos, poneos banderas de Ucrania en vuestros perfiles de redes sociales aunque no tengáis ni puta idea de lo que pasa, y dejad que os sigamos jodiendo y tomando el pelo como de costumbre. Pan y circo, aunque cada vez más de lo segundo y menos de lo primero. Rumbo a 2030 y al Gran Reinicio. Come palomitas.
Ver a egregios tiranos como Klaus Schwab, George Soros, Rockefeller o Trudeau impostando su virtuosismo criticando a Vladimir Putin es enternecedor. Tiranos colegas y hermanos liberticidas enfrentándose entre sí para ver quiénes controlan a la plebe.Porque Putin, que es un tirano como ellos, no es un tirano enteramente alineado con los interese del club de déspotas que esta piara dirige. Putin es un liberticida armado con un maletín nuclear, otros lo son armados con agujas hipodérmicas y redes sociales especializadas en retorcer, estirar e incluso inventarse la verdad, “su verdad”.
En Rusia llamar guerra a esta guerra se ha convertido en delito mientras que en Occidente se insulta, aísla o se despide a quien no se acoge a sagrado abrazando el catecismo oficial ucraniano, ampliamente publicitado por los medios de intoxicación. El hooliganismo a ambos lados del frente se potencia y se vitamina, mientras que el análisis, los razonamientos geoestratégicos y el pensamiento crítico se convierten en formas de traición. Que les den a todos.

En esta tragicomedia que se representa para desviar el odio y la atención del personal y mantenernos entretenidos, se han repartido los papeles. Putin está representando su personaje de supervillano de manera brillante (su gesto de botox impertérrito y los salones siberianos del Kremlin ayudan bastante) y el ex cómico Zelensky barba de dos días, camiseta verde oliva de comandante, interpreta al héroe de acción que no se arredra ante las dificultades. El reparto de caracteres secundarios –Borrell, Von der Leyen, Momia Biden, Xi Jinping, Maduro, Erdogán, Desmelenado Boris…– también están actuando en esta representación y rivalizando entre ellos a ver cuál suelta la ocurrencia más impactante. Las grandes corporaciones y los personajes gris marengo que pastorean organizaciones supranacionales que nadie ha votado–Satán Klaus Schwab, Heteromatriarca António Guterres– tienen también sus frases en este guion en el que los rusos y ucranianos que mueren son los extras anónimos y todos los demás somos el público que consume este vodevil de tintes trágicos.
Independientemente de cómo acabe esta guerra mi percepción es que el enemigo al que más interés se tiene en derrotar no es Putin ni Zelensky, no son Rusia ni Ucrania. El enemigo eres tú como ciudadano libre, el pringado al que le quitan la cartera mientras ve esta película con el bozal puesto.
La versión occidental de esta obra es distinta a la que se proyecta en Rusia o en China o en Irán pero no está más cercana a la realidad de lo que de verdad sucede en el “mundo real”. La verdad está siendo fusilada una vez más, business as usual. En la versión de consumo europeo la guerra estalló este pasado mes de febrero porque un señor muy malo quiere hacer maldades arbitrarias. La realidad es que esta guerra empezó en noviembre de 2013 cuando una revolución orquestada desde cancillerías europeas –Berlín y París principalmente– desembocó en el golpe de estado, apodado Euromaidan, de febrero de 2014. Un presidente electo y el partido que le apoyaba –Partido de las Regiones– fueron expulsados de la “democracia” ucraniana. Eso que no salga en el guion. Nada que ver aquí, circulen.
Poco después de que este golpe de estado tuviera lugar, pasaron dos cosas. La primera es que Rusia recuperó el regalo que Jruschev hizo a la entonces soviética Ucrania: Crimea. Otra cosa que pasó es que las regiones que más habían apoyado al gobierno al que acababan de dar una patada en el culo en Kiev (los oblasts de Donetsk y Lugansk) decidieron que puesto que ni ganando las elecciones les hacían ni puto caso pasaban de ser ucranianos para ser lo que son: rusos. Como consecuencia de estas dos reacciones al golpe de estado, el nuevo gobierno ucraniano tuvo una serie de felices ocurrencias como dedicarse 8 años a bombardear los dos oblasts secesionistas y aprobar la incorporación en su ejército regular de unos batallones abiertamente pro-nazis, como el Batallón Azov. El 12 de noviembre de 2014 el Batallón Azov se incorporó a la Guardia Nacional de Ucrania (ejército regular y labores de gendarmería) y, desde entonces, todos los miembros de estos grupos paramilitares son soldados oficiales. Que ondeen esvásticas o que el símbolo de su unidad esté inspirado en el de la 2ª División Panzer SS Das Reich no parece que a Zelensky (judío él) le preocupe. Él sabrá lo que hace, pero a mí se me antoja que con cosas como esta, Zelensky da argumentos a Putin para que este hable de desnazificar Ucrania. El comportamiento del ex-comediante de camiseta verde oliva también abona el argumento ruso de que los opiáceos rulan entre los miembros del gobierno ucraniano.
Independientemente de cómo acabe esta guerra mi percepción es que el enemigo al que más interés se tiene en derrotar no es Putin ni Zelensky, no son Rusia ni Ucrania. El enemigo eres tú como ciudadano libre, el pringado al que le quitan la cartera mientras ve esta película con el bozal puesto.
Y próximamente comentaré sobre alguna de las imágenes que aparecen en la portada de este artículo…
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