Iniciointernacional¿Quién agrede a quién en Ucrania?

¿Quién agrede a quién en Ucrania?

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Cuesta creer que la OTAN con 1.000 millones de habitantes hable de Rusia con 150 millones como la potencia agresora en Ucrania.

Dice la española Carmen Romero, vicesecretaria general adjunta de Diplomacia Pública de la OTAN (o comisaria de agit-pro y desinformación según los gustos), que Ucrania como cualquier país soberano tiene todo el derecho a incorporarse a cualquier alianza supranacional y que por tanto Rusia no puede exigir que le sea negada su incorporación a la OTAN.

Se trata de un argumento perfectamente racional e incluso lógico, las naciones soberanas pueden ejercer esta soberanía entrando a formar parte de lo que les venga en gana, sea esto la OTAN, el FMI, la ONU o la FIFA. Pero toda la lógica de esta argumentación se torna en matrícula de honor en hipocresía si hacemos que los actores intercambien sus papeles.

En un hipotético escenario en el que un vecino inmediato de EE.UU., como México, se mostrara decidido a firmar una alianza militar con Rusia o China, podemos estar seguros de que desde Washington se estaría conminando a las partes a que desestimen tales planes al considerarlo una amenaza contra su territorio. Podemos tener la entera certeza de que desde los EE.UU. presionarían al gobierno mexicano para que desista de incorporarse a semejante alianza y de que el razonamiento de la comisaria Carmen Romero, lo de las naciones soberanas haciendo lo que quieren, brillaría por su ausencia ante el imperativo categórico de la “seguridad nacional”.

En el supuesto que describo los Estados Unidos exigirían al gobierno mexicano, desde el minuto uno, garantías inmediatas de desechar tales planes o atenerse a una intervención militar o un golpe de estado teledirigido desde Langley.

México sabe bien cómo se las han gastado los “gringos” desde la guerra de Texas en 1836, la venta forzada de La Mesilla, la guerra de 1846 y el tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. Después de permitir el asentamiento de anglosajones en sus territorios del norte los mexicanos vieron como en 12 años más de la mitad de su territorio era anexionado por su vecino que además se permitió invadir el país hasta la propia capital.

En un hipotético escenario en el que un vecino inmediato de EE.UU., como México, se mostrara decidido a firmar una alianza militar con Rusia o China, podemos estar seguros de que desde Washington se estaría conminando a las partes a que desestimen tales planes al considerarlo una amenaza contra su territorio

Sería largo de desplegar aquí, pero desde 1823 cuando el presidente James Monroe estableció la doctrina que lleva su nombre y que se resume en América para los americanos, EE.UU. se auto-erigió en juez y parte de todo lo que atañera al Hemisferio Occidental. La diplomacia estadounidense se fajó a fondo desde su independencia (independencia que por cierto fue ganada gracias en una grandísima parte al apoyo español: Bernardo de Gálvez, apoyo marítimo, financiación desde Cuba, etc.) en evitar la creación de potencias iberoamericanas en el continente. No le fue difícil manejar a una larga lista de imbéciles criollos, blanquitos, masones y engreídos como San Martín o Simón Bolívar para lograr atomizar pujantes virreinatos de varios millones de kilómetros cuadrados (Nueva España, Nueva Granada, La Plata, Perú) en estados más pequeños y pobres para inventar guerras fratricidas y erigirse en amos y señores del continente. La Doctrina Monroe se sustenta en la creencia muy arraigada de que los americanos (Monroe entendía por americanos los estadounidenses blancos, anglosajones y protestantes) tenían el derecho y la obligación de establecer y ampliar cada vez más su frontera, sus principios, su organización y sus valores.

Y ojo que muchos de estos valores estadounidenses a mí me parecen cojonudos, creo que los Estados Unidos son el país que mejor defiende las libertades individuales gracias a la sabiduría de sus Padres Fundadores plasmada en un excelente Constitución. Lo que pasa es que una cosa son sus valores de puertas para adentro (aunque esos valores ahora están en jaque con el cáncer metástico de la ideología “woke”) y otra lo que predican para los de fuera de sus fronteras.

Un país como Estados Unidos que ha crecido a base de rapiñar territorios mediante la guerra (Puerto Rico, Filipinas y El Pacífico español, el 60% de México) o a través de ofertas imposibles de rechazar del estilo coge el dinero o te lo quito a garrotazos (La Luisiana, Florida, Alaska) puede llenarse la boca hablando de respetar la soberanía de terceros países, pero carece de cualquier autoridad moral para dar lecciones de ética internacional.

Pensemos que la doctrina militar estadounidense considera como su “zona de mínima seguridad” el área delimitada entre el Polo Norte, el Estrecho de Bering, Hawaii, el Canal de Panamá, el Caribe y Groenlandia. Si Groenlandia entra dentro de esa zona mínima de seguridad ni que decir tiene que México, Canadá o Guatemala tan solo pueden elegir entre ser aliados de Estados Unidos o ser aliados de… Estados Unidos. No hay más en el menú. Cuba y Venezuela son dos dolorosas excepciones (Nicaragua también) que demuestran que al parecer la única opción para escapar al imperialismo estadounidense consiste en constituir tiranías aún más indeseables, lo cual es trágico. El continente americano tuvo la oportunidad de dar a luz 4 o 5 grandes naciones a principios del siglo XIX pero desde Washington (y también, aunque en menor medida, desde Londres, Amsterdam y París) se trabajó a fondo para que esto no sucediera y solo cuajara una única superpotencia americana.

Volviendo al asunto de Ucrania. Lo que Rusia está pidiendo es que por favor dejen de rodearla con socios de la OTAN. Rusia es una potencia mediana, tanto por población como por PIB, y que solo puede permitirse mantener su soberanía sobre un territorio 34 veces más grande que España –con tan solo el triple de nuestra población– gracias a contar con un apabullante arsenal nuclear táctico y estratégico y una tecnología militar extraordinaria. Cuando la URSS cayó, una nación-imperio de 22 millones de kilómetros cuadrados (Casi como Cánada, EE.UU. y Australia juntas) se disgregó en 15 estados y ese fue el momento en el que Occidente debió mostrarse colaborador; pero no lo fue. Hungría, Polonia y Checoslovaquia en 1999, Lituania, Letonia, Estonia, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia (2004) y Albania y Croacia (2009) se fueron uniendo a la OTAN a pesar de que Rusia alega que se llegó a un acuerdo para que esta dinámica no fuera así.

En 1997 la Administración Clinton acordó con la Federación de Rusia el establecimiento de un marco para crear una Europa más estable, segura y unida. Este era un compromiso de Clinton, pero por lo que se ve Bill estaba más concentrado en las mamadas de Mónica que en lo que acordaba con Yeltsin, ese borrachuzo. En la cumbre de Helsinki de marzo, los presidentes Clinton y Yeltsin coincidieron en la importancia de forjar una relación de cooperación entre la OTAN y Rusia.

El preámbulo de dicho acuerdo —Acta Fundacional Rusia-OTAN— firmado por el hiper cabronazo Javier Solana, se señala que la OTAN y Rusia no se consideran adversarios y se citan las transformaciones radicales en la OTAN y en Rusia que hacían posible esta nueva relación:

La OTAN y Rusia no se consideran adversarios. Comparten el objetivo de superar los vestigios de confrontaciones y competencias anteriores y de fortalecer la confianza mutua y la cooperación. La presente Ley reafirma la determinación de la OTAN y Rusia de dar sustancia concreta a su compromiso de construir una Europa estable, pacífica e indivisa, íntegra y libre, en beneficio de todos sus pueblos. Hacer este compromiso al más alto nivel político marca el comienzo de una relación fundamentalmente nueva entre la OTAN y Rusia y pretenden desarrollar, sobre la base del interés común, reciprocidad y transparencia, una asociación fuerte, estable y duradera.
Esta Ley define los fines y mecanismos de consulta, cooperación, articulación toma de decisiones y acción conjunta que constituirá el núcleo del mutuo relaciones entre la OTAN y Rusia.

Reciprocidad y transparencia… Si yo fuera Vladimir Putin y leyera este acuerdo a la luz de lo que ha venido ocurriendo desde el año de su firma, francamente pensaría que me están tomando el pelo.

En este acuerdo de 1997 efectivamente no se dice nada con respecto a una ampliación de la OTAN hacia el este. Según Rusia tenían las garantías (verbales) por parte de la Alianza Atlántica de que no se ampliaría la OTAN sin un acuerdo entre las partes en el espíritu de transparencia y cooperación que impregna el documento. Dos años después tres estados entraron en la Alianza, siete años después otros seis estados más (incluidas las tres repúblicas ex-soviéticas bálticas, y 12 años después otras dos naciones más. Una de estas últimas naciones es Albania, un país que vio con buenos ojos como se cercenaba de Serbia la república de Kosovo. Lo de Kosovo se podría explicar con un símil; vendría a ser como si Asturias fuera invadida durante 200 años por familias musulmanas, con una media de 8 hijos cada una, que expulsaran a los españoles con la ayuda y los bombardeos de la OTAN, y pusieran una mezquita en Covadonga.

La OTAN se limpió el culo con el tratado de 1997 y avanzó alegremente hacia Moscú alegando que no había nada por escrito y que cada nación puede entrar en el club que quiera. Tienen razón, no hay nada por escrito, y es por eso mismo por lo que Putin ha puesto pie en pared en 2022 y ha dicho que o se le dan garantías por escrito y formales de que la OTAN cesará su avance o ellos se harán cargo de dar los pasos que consideren oportunos para salvaguardar su seguridad ¿Cómo va a fiarse?

Lo que pide Rusia no es la Luna, está pidiendo algo tan lógico como que se pare el avance hacia su territorio y se detenga el cerco que la OTAN –una organización de países mucho más ricos y con 8 veces más población– viene dibujando alrededor de su territorio. Quieren que, esta vez sí, se les garantice por escrito que el avance se detiene y que no se va a ampliar, otra vez, la Alianza Atlántica, incorporando a Georgia y Ucrania.

Desde la frontera de Ucrania con Rusia hasta Moscú hay 450 kilómetros en línea recta. Imaginemos un país aliado de Rusia o China que estuviera tan cerca de Washington como lo está la isla de Manhattan, y que además Estados Unidos estuviera rodeado de bases enemigas por todos los flancos como le ocurre a Rusia desde la Península de Kola hasta el Cáucaso.

Si el águila calva americana pretende para sí ser la rapaz-árbitro de su hemisferio y contar con una zona de mínima seguridad que se proyecta hasta Groenlandia y el Polo Norte, debería empatizar con el osito ruso un poco y entender que no les haga ni puta gracia que les tomen el pelo.

Ayer mismo llegó la respuesta por escrito de EE.UU. a la petición formal de Rusia y su respuesta (lo que se sabe de la misma porque es confidencial en su mayor parte) está en línea con lo que la comisaria de la Alianza Atlántica Carmen Romero viene diciendo. Según el secretario de Estado Anthony Blinken (*) no van a poner por escrito que la OTAN cesará su avance pero ofrecen a Rusia una negociación diplomática seria. Hay que ser muy cachondo para tener el papo de hablar de seriedad diplomática después de tomar el pelo a tu adversario aprovechando su debilidad. Dice Blinken que en la respuesta que su Embajada en Moscú ha entregado al ejecutivo ruso no hay propuestas concretas sino “un conjunto de ideas” sobre cómo dirigir conjuntamente las garantías de seguridad para todos.

(*) Blinken es un repugnante ser; un tipo sobre el que solo diré que es responsable de la infestación de “refugiados” de la religión de la paz –trufada de terroristas y violadores– que Europa padece y uno de los principales adalides de la nefasta política Obama-Clinton que potenció el panterrorismo y el caos por todo el Magreb y Oriente Medio)

Traduzco el mensaje estadounidense: La momia Biden, o el ventrílocuo que hable por él, a través de Blinken le contesta a Putin que van a ampliar la OTAN con los estados que decidan incorporarse; que pasan de su petición, pero que mientras le van rodeando le ofrecen a charlar con él sobre de qué manera cercando a Rusia van a garantizar la seguridad para todos, lo mismo que en 1997. Y a ver si cuela. Imagino a Vladimir Putin paseando por los pasillos del Kremlin rascándose la cabeza, su turgente rostro eslavo reventón de botox a punto de mostrar una expresión de asombro, mientras vuelve a preguntar a su ministro de exteriores Sergey Lavrov: “¿Crees que piensan que soy gilipollas o lo hacen solo por joder?”

Llegado a este punto quiero hacer cuatro consideraciones que creo que son fundamentales.

En un mundo ideal…

La primera es que en un mundo ideal, Ucrania, un país de Europa del Este y bañado por el Mar Negro, podría entrar a formar parte de la Organización de Estados Africanos o de una organización que se define como del Atlántico Norte; podría incluso firmar tratados con alienígenas si fuera el caso. Lo que ocurre es que el mundo dista mucho de ser “ideal” y que al igual que Estados Unidos jamás toleraría que Canadá o México acogieran bases militares chinas, también a los rusos les jode bastante tener a los US Marines acuartelados por las fértiles llanuras del Dniéper. No querer ver esto y argüir que los estados son libres de firmar sus propias alianzas, pero solo cuando así te conviene, es actuar como un tramposo.

Occidente está perdiendo su superioridad moral

Desgraciadamente Rusia dista mucho de ser un país decente. Hay una gran corrupción, una oligarquía desentendida de su pueblo y andan muy escasos de libertades de expresión y de prensa. Pero la superioridad moral de los valores Occidentales, algo que estaba bastante claro entre 1945 y 1989 con respecto a la URSS, se ha venido desvaneciendo. Nuestra civilización occidental ha ido degradándose en términos de calidad democrática en las tres últimas décadas, y en paralelo a esa rebaja de calidad democrática hemos asistido a un recorte en las libertades y derechos individuales y a un cerco a nuestra intimidad y a nuestra libertad de expresión. Estados Unidos, a pesar de contar –aún– con una sociedad civil más vibrante y crítica que la rusa y de tener unas urdimbres legislativas mucho más democráticas, está estrechando la brecha que le separa de convertirse en una autocracia similar. La tierra de los libres y la casa de los valientes, como dice su himno, avanza a grandes zancadas hacia una sociedad más autoritaria, vigilada y controlada a medida que la plaga del correctismo político y la epidemias del pensamiento woke se extienden. Los EE.UU. están perdiendo las esencias que les convirtieron en una nación pujante que supo establecer unas bases de convivencia exentas de las taras que los estados europeos de finales del siglo XVIII arrastraban. Las élites políticas estadounidenses actuales no logran gobernar un país inmenso y con una sociedad cada día más dividida y con la que han perdido la sintonía. Los derechos y las libertades de sus ciudadanos varían en función del estado o ciudad en la que residen. Un ciudadano medio de Florida, Texas o Dakota del Sur es mucho más libre que uno de California, Nueva York o Pennsylvania. Se escuchan por primera vez en muchos años, incluso en boca de líderes políticos de primer nivel y gobernadores de estados, términos como divorcio o secesión, porque en EE.UU. son cada vez más los ciudadanos que creen que los valores fundacionales de su nación son sencillamente incompatibles con aberraciones como la Teoría Crítica de la Raza, la Ideología de Género y todas las criaturas que van surgiendo del vientre infecto del pensamiento woke globalista.

La sociedad estadounidense va deslizándose por una pendiente de autoritarismo empujada por empresas tecnológicas –verdaderos ciberestados– con un ADN autoritario y unas maneras de proceder con su ganado (usuarios) que harían las delicias del propio Stalin. Pero no son solo estas ciberdictaduras que crecieron dopadas por una legislación a la carta las que impulsan una retórica progre-liberticida, también lo hacen los medios de comunicación considerados “tradicionales” (Legacy Media), las corporaciones lobbistas y todas las demás miasmas que pululan por el pantano de Washington. La guerra en Ucrania es también una guerra de estas corporaciones y de la propia familia Biden de la que el presidente-demente y su hijo putero-cocainómano Hunter son abanderados. Recordemos que el hijo drogadicto de Joe Biden, expulsado de la marina por su adicción, fue consejero de una empresa gasista ucraniana (Burisma) a razón de 60 mil dólares al mes. No está mal para alguien que ni habla ucraniano ni tiene idea del negocio energético y ni pasaba por la oficina.

Y lo que en Estados Unidos sucede se propaga por todo Occidente de la mano de sus empresas Big Tech y una industria del entretenimiento secuestrada por verdaderos desquiciados obsesionados con una corrección política tan pacata que hace que Disney ponga a una mujer negra a hacer de Blancanieves para mostrarse inclusiva (algo tan ridículo como poner a una pelirroja haciendo de princesa de los zulúes). Lo que hace diez años era ridículo hoy es considerado un acto de virtuosidad y el hecho de señalar la ridiculez te convierte en un turbo-facha.

Rusia tiene grandes baldones en todo lo que respecta a la calidad democrática de sus instituciones, problemas de alcoholismo, etc. pero la sociedad rusa es en muchos aspectos bastante más sana que la occidental. Los rusos no tienen problemas en llamar a las cosas por su nombre y el propio Putin ha resaltado que todas las ridículas y liberticidas teorías políticas que emanan de los campus pijo-progres norteamericanos son un cáncer; y no se equivoca.

Mandar a combatir a jóvenes europeos o norteamericanos a Ucrania para defender las teorías queer o la posibilidad de que los niños de 10 años en Dniepropetrovsk puedan tomar bloqueadores hormonales para poder ser algo con lo que dicen identificarse (niñas o gatitos,) no me parece un argumento potente para arengar a las tropas; no encuentro inspirador luchar y poder morir en defensa de la teoría crítica de la raza (según la cual solo los blancos cuentan con la “habilidad” innata de ser racistas) ni la ideología queer. Si además de por estas abracadabrantes causas abrazadas por las élites se nos pide ardor guerrero para pelear por los intereses del hombre que olisqueaba a las preadolescentes (Biden), qué queréis que os diga; yo no lo veo.

Ucrania: una guerra civil

La tercera consideración que creo importante resaltar es que lo que ocurre en Ucrania dista de ser un conflicto internacional y se asemeja mucho más a una guerra civil. Ucrania y Rusia están entrelazadas por siglos de historia (creedme que lo sé MUY bien pero no me voy a explayar porque si no no termino jamás) y hay millones de ucranianos viviendo en Rusia y millones de rusos que viven en Ucrania. En 2010 Víktor Yanukóvich alcanzó la presidencia de Ucrania arrasando en las regiones al este del río Dnieper y no solo por los votos de los rusos étnicos (18-20% de la población de Ucrania) sino por millones de Ucranianos que ven las cosas distintas a como se ven en las regiones más próximas a Polonia o Rumanía. Yanukóvich era un tipo corrupto (su rival Timochenko también lo era, incluso más) como lo han sido sus dos sucesores, pero era el presidente electo.

Cuando la Unión Europea propuso a Ucrania incorporarse a su club, a Yanukóvich le pareció fantástico. Lo que ocurre –y no te cuentan– es que el caramelo de pertenecer a la UE iba en el mismo paquete que el de incorporarse a la OTAN, y cuando Rusia se enteró del tema se le echó encima a Yanukóvich y le ofreció miles de millones de rublos de apoyo para Ucrania a cambio de que no se incorporara a la UE-OTAN. Viktor accedió a la propuesta del Kremlin y rompió las conversaciones con la UE. François Hollande y Frau Merkel fumaban en pipa, cabreados como monas, y le organizaron a Yanukóvich un bonito golpe de estado disfrazado de lo que en todo Occidente los medios terrorista-informativos calificaron como un pacífico y “festivo Euro-Maidan”.

El presidente electo estuvo a punto de ser asesinado y la Rada (parlamento de Kiev) fue cercada por partidarios de la oposición al presidente. Cuando en la Rada tocó votar la destitución de Yanukóvich, estos “pacíficos” manifestantes blanqueados por la UE, impidieron el acceso de los parlamentarios contrarios a la destitución del presidente. Como resultado de todo esto hubo un cambio en la jefatura del estado y el gobierno dándose un fraude al electorado bajo el disfraz de una revolución pacífica. Ponerle nombres bonitos a las cosas feas no hacen que esas cosas se vuelvan bonitas, basta repasar lo que acarreó aquella gilipollez-disney llamada la “primavera árabe”.

Rusia que aspiraba a tener una relación muy próxima con Ucrania –lo cual es un imperativo estratégico y de seguridad nacional para ellos y no para EE.UU.– vio como esta posibilidad se alejaba y decidió seguir una política de control de daños. Recuperó el regalo que Kruchev hizo a Ucrania en 1954 –Crimea– asegurándose el control de la base de Sebastopol y se aseguró que la mitad oriental del Donbás permaneciera fuera del control de Kiev (y así sigue estando). Una vez que el golpe de estado de 2014 alejaba definitivamente a Ucrania de la órbita rusa las opciones del Kremlin pasaban por exigir formalmente la paralización del avance de la OTAN mientras seguía manteniendo de forma oficiosa el control del este de Ucrania con el propósito de tener bazas para influir en la política interna de Kiev. Es decir, Rusia hace lo mismito que ha hecho Francia en África los últimos 60 años o lo que hacen los EE.UU. en Hispanoamérica desde hace 200 años: un escándalo vamos.

Entiendo perfectamente los razonamientos y los movimientos que desde el Pentágono se puedan hacer de cara a mantener la doctrina militar norteamericana de contar con un espacio de seguridad alrededor de su territorio y que en virtud de esa doctrina se haga todo cuanto esté en su mano para que México o los estados del Caribe estén controlados por la diplomacia y la seguridad norteamericanas y libres de la influencia de potencias enemigas. Es su doctrina de seguridad nacional y hacen muy bien en proteger su patio trasero. Por esas mismas razones entiendo que desde el Kremlin traten por todos los medios de detener un avance hostil de la OTAN reclutando a una nación de 41 millones de habitantes, del tamaño de Francia y con la que comparten 2.300 kilómetros de frontera.

¿Quién es el enemigo?

La última consideración, y la más importante, es que Occidente se lleva equivocando de adversario 30 años. Rusia no es el enemigo de Occidente sino una rama de la propia civilización occidental con notas orientales y matices eslavos. Moscú es considerada como la tercera Roma (si estás interesado en saber acerca de este tema te recomiendo que leas acerca de la “Leyenda de la Capucha Blanca”) pues una vez caída Constantinopla en 1453, Rusia se convirtió en algo así como el referente protector de los eslavos que veían como los otomanos avanzaban por los Balcanes a sangre y fuego. Alemania fue la enemiga estando bajo el apestoso hechizo nazi, pero eso no hace de los alemanes los enemigos de Occidente a día de hoy; lo mismo aplica para Rusia, un pueblo que, como hoy lo es el cubano o el norcoreano, fue víctima de una repugnante ideología llamada comunismo.

Lo que siempre será una amenaza para Occidente y para las libertades individuales en general son las ideologías tóxicas, no las naciones. La guerra que todos los occidentales y en general todos los humanos amantes de la libertad debemos librar es contra esas ideologías pestilentes que pretenden apoderarse de las sociedades.

Si Moscú no hace nada, EE.UU. olerá el miedo y dejarán de tomar en serio a Rusia durante las próximas décadas y la siguiente parada del tren OTAN será Moscú y el objetivo que los globalistas siempre han albergado en lo que a Rusia respecta: trocearla en pedacitos

El islam es una ideología altamente tóxica que estamos inyectándonos en nuestras venas en elevadísimas cantidades y que nos acerca a morir como civilización por sobredosis. Las enseñanzas de Mahoma, un pervertido que contrajo nupcias con una niña de 6 años, tuvo esclavos y esclavas, 11 mujeres y centenares de concubinas, perduran desde el siglo VII y han traído esclavitud, miseria, misoginia, guerra y liberticidio al mundo. El enemigo es una ideología que consagra por ley la inferioridad de la mujer en derechos y capacidades, que divide al mundo en castas donde los creyentes deben contar con más derechos que los infieles, que desprecia la separación de poderes y donde la autoridad religiosa y la civil son indistinguibles. El enemigo es el comunismo, una ideología que socava el derecho innato del hombre a la propiedad privada, que supedita el interés del estado al de la persona, que condena a la pobreza o la muerte al disidente. Alemania cayó en las garras del inmundo nazismo durante 12 años y hubo que literalmente desnazificar a toda una población. Arabia Saudita lleva 1.400 años de islam supremacista (valga la redundancia), China lleva cerca de un siglo en las garras del comunismo. Creo que se me va entendiendo.

Si EE.UU. jugara bien sus bazas debería ver en Rusia un fabuloso aliado que conecta Finlandia con China y que puede ser un excelente socio en la lucha contra el terrorismo islámico, un contrapeso a las ansias imperiales turcas (tiene tela ser socios en la OTAN del país de Erdogán) y un proveedor de materias primas y recursos colosal. Lo mismo aplica para Europa. Europa puede tener en el vasto territorio ruso un espacio sobre el que proyectarse comercialmente como leales socios y a la vez un escudo disuasorio contra amenazas de terceros (que ya sabemos cuáles son). Con un escenario así ,el águila calva estadounidense podría volar más por el Pacífico que es hacia donde basculan en nuestro siglo los acontecimientos verdaderamente importantes.

Pero en lugar de haber aprovechado esta oportunidad desde el arranque de la década de los 90 del pasado siglo, con la caída de la URSS, Occidente se ha empleado más en rapiñar despojos y aprovechar la debilidad del oso ruso para estrechar el cerco. Voy incluso más allá ¿Por qué no se ofrece a Rusia la posibilidad de incorporarse a la Unión Europea? ¿Por qué no se modifican todos los aspectos políticos e ideológicos de este club para que deje de ser ese elefantiásico kraken que aspira a controlarlo todo –y a todos– y sea una Unión que se circunscriba a la libre circulación de personas, bienes y servicios?

¿Por qué no podrá Rusia incorporarse a la OTAN? Rusia podría perfectamente asumir las funciones de disuasión nuclear frente a terceros en la defensa europea ahorrando billones a los Estados Unidos a cambio de que se le otorgue un papel de peso dentro de una Alianza Militar Occidental.

Llamadme facha –que lo soy– y loco –que un poco también lo estoy– pero yo prefiero tener de socio militar a Rusia antes que a Turquía o al Reino Unido. Nuestros conflictos con Rusia como nación no han existido jamás excepto en el ámbito de la guerra ideológica donde los rusos comunistas colaboraron con un bando en nuestra guerra civil y nosotros les devolvimos la visita con la División Azul. Turquía o Inglaterra,… o Francia, han sido de lejos bastante más cabroncetes con España. No temo una invasión de rusos, ni me importaría lo más mínimo que construyan muchas iglesias ortodoxas en España, o hagan sus cosas de rusos. Sí me preocupa la islamización de Europa, los guetos y las “no-go-zones” donde la policía no se atreve a entrar, no me gusta ver mujeres caminando detrás de los hombres con su pañuelo “opcional” y prefiero arriesgarme a tener unos cuantos mafiosos rusos a tener que lidiar con hombres que consideran a las mujeres occidentales putas por defecto perfectamente violables (y es que además su ideología-religión sanciona como virtudes hechos delictivos siempre que se cometan sobre “inmundos” infieles).

Llevamos años de guerra soterrada baldía entre ambas partes y estéril para todos. Los rusos han estado financiando y dando alas a políticos secesionistas en España y otros países europeos; los Estados Unidos han azuzado a terroristas chechenos y de todo el Cáucaso contra los intereses rusos desde 1990 y quizá no nos estamos dando cuenta de que estos movimientos de peones de cara a debilitar al adversario no benefician a ninguna parte sino que potencian a enemigos comunes.

Termino dando mi predicción de por donde irán, literalmente, los tiros. Rusia ha exigido que la OTAN y los EE.UU. le garanticen por escrito una serie de cosas entre las que la principal es un alto permanente en el avance de la OTAN. Tanto la OTAN como EE.UU. ya han contestado que no, y encima se han pitorreado diciendo que aunque la OTAN seguirá creciendo y teniendo a Moscú más rodeado, están dispuestos a negociar cómo garantizar la seguridad de Rusia. Putin no puede permitirse ir de farol después de movilizar a más de 100 mil efectivos y de que le tomen el pelo. Rusia hará algo.

Ucrania, que no olvidemos es un estado creado por un tal Lenin, puede olvidarse de su integridad territorial si quiere estar a bastos con Rusia. Kiev puede elegir entre media Ucrania en la OTAN y la UE o una Ucrania unida y neutral. Mi hipótesis es que Moscú reconocerá o directamente se anexionará los oblasts de Donetsk y Lugansk incrementando en varios miles de kilómetros cuadrados el territorio que ahora controlan estas dos repúblicas rebeldes a Kiev. Este es el escenario menos violento al que la negativa de la OTAN aboca a Moscú. Si Moscú no hace nada, EE.UU. olerá el miedo y dejarán de tomar en serio a Rusia durante las próximas décadas y la siguiente parada del tren OTAN será Moscú y el objetivo que los globalistas siempre han albergado en lo que a Rusia respecta: trocearla en pedacitos.

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