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No se nos ha perdido nada en el Dniéper

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La seguridad de España se asienta sobre el eje estratégico Canarias-Estrecho-Baleares, nuestro enemigo potencial es Marruecos y no Rusia.

En el artículo al que enlazo más abajo “Pedro Sánchez o la Política Exterior de las ovejas porculeras” escribía lo siguiente:

“Toda nación tiene unos intereses estratégicos que aún trascendiendo el ámbito de los intereses políticos deben ser defendidos, en buena medida, por los políticos. Lo anterior implica que los buenos políticos deben ser capaces de elevarse por encima de su ideología y asumir los intereses estratégicos nacionales como algo suyo, incluso cuando esos intereses no sean coherentes con su pensamiento político o hasta vayan en contra”.

Nuestros intereses estratégicos como nación no pasan por los Balcanes, el Mar Negro o el río Dniéper, y menos aún cuando la única nación abiertamente hostil a España y con reivindicaciones territoriales sobre nuestro territorio, Marruecos, está al borde de una guerra con nuestro principal suministrador de gas (Argelia), que encima es un aliado de Rusia.

El interés que tiene para España lo que ocurra en el Magreb es de un orden de magnitud infinitamente superior a lo que pase en las estepas al este del río Dniéper. Argelia es un aliado natural para España incluso si no tuviera el gas que les compramos. El proverbio árabe de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo está incardinado en la doctrina diplomática de cualquier nación seria. Encabronar al enemigo de tu enemigo es un lujo que España no puede permitirse y menos cuando ese a quien puedes cabrear te suministra casi la mitad del gas natural que consumes.

Enviar lo mejor de nuestra aviación de combate, los Eurofighters, a los Balcanes, y una de nuestras fragatas más punteras al Mar Negro, para defender los intereses de Volodímir Zelenski, una marioneta globalista, es una idiotez descomunal con la que España puede ganar muy poco y perder muchísimo.

Somos una nación de la OTAN, ya lo sé, y estamos obligados a defender mancomunadamente la integridad territorial y la seguridad de los socios de esta alianza. Aunque Ucrania no es socio, podríamos encontrar justificado intervenir en apoyo de las naciones próximas a Ucrania que podrían verse afectadas por un conflicto en esta. En justa reciprocidad Rumanía y Bulgaria, por poner unos ejemplos, acudirían raudas a defender nuestros intereses en la zona del Estrecho de Gibraltar, ¿verdad?

Antes de contestar a esta pregunta debemos ponderar el pequeño detalle de que Ceuta, Melilla y las plazas de soberanía españolas en África no están cubiertas por el paraguas de la OTAN (así de mal negociamos el ingreso) y que por lo tanto ningún político en Sofía o Bucarest va a mover un dedo haciendo algo a lo que no están “contractualmente” obligados y que además pudiera incomodar al sultán turco del que son vecinos.

Otro detalle minúsculo es el hecho de que Marruecos es el socio preferente número uno de Estados Unidos para toda África y España es solo un socio más en el contexto europeo, uno que además ha mostrado ser blandito y encima poco de fiar. La realpolitik para una superpotencia como Estados Unidos, trasciende los intereses de sus socios y aliados. Para los intereses estratégicos globales estadounidenses España es un aliado prescindible que además cuenta en su territorio con una base pirata –Gibraltar– en manos del principal aliado USA.

Tratemos de ver este asunto desde un punto de vista geoestratégico y hagamos el ejercicio mental de imaginar que México o Canadá estuvieran barajando la posibilidad de firmar un acuerdo militar con China o con Rusia

En la partida mundial que juegan en Washington, Marruecos es mucho más importante que España porque teniendo la misma importancia estratégica, es además una nación musulmana. En Occidente a Estados Unidos les sobran los socios, no así en el simpático mundo de las dictaduras islámicas. Tener a un decidido sultán de Rabat de tu lado, que tiene las cosas muy claras, es mucho más interesante que contar con el apoyo del tonto de turno al que los españoles solemos aupar al falcon presidencial. Siempre y cuando la US Navy tenga un puerto en las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar –ya sea Rota en España o Alcazalseguir que ya lo ofrece Marruecos– y facilidades para que su Air Force pueda tener una o dos bases en la zona, a Estados Unidos les va a dar igual lo que pase en dos ciudades españolas que el caprichoso sátrapa alauita quiere anexionar.

No sería la primera vez que EE.UU. muestra sus preferencias, ya lo hizo en 1975 avalando aquella invasión cobarde del Sahara Occidental. Un rey cabrón –Hassan II– envió una marcha para invadir un territorio que jamás fue suyo; al frente de esa caravana puso a niños y mujeres y en la retaguardia al ejército. Un príncipe cagón –hoy rey emérito– retiró al ejército español y abandonó a su suerte a miles de saharauis con DNI español y EE.UU. no solo otorgó su plácet a todo esto sino que maniobró diplomáticamente para que las cosas fueran así.

En noviembre de 1975 Franco agonizaba y al frente del gobierno español estaba una nenaza llorona llamada Carlos Arias Navarro. En 1973 la CIA hizo volar por los aires a Luis Carrero Blanco y le atribuyeron la pieza a ETA. Carrero Blanco no hubiera dudado ni un minuto en dar la orden de ataque e incluso liquidar a Hassan II, y tampoco habría titubeado apartando a Juan Carlitos evitando su natural tendencia a borbonear. Quien quiera atar más cabos del por qué del asesinato del presidente del Gobierno Carrero que busque información acerca del programa español de armas nucleares (Proyecto Islero)

Marruecos al igual que Ucrania no es un socio de la OTAN en cambio sí cuenta con un trato de favor por parte de los EE.UU. que han reconocido su soberanía sobre un territorio que jamás les ha pertenecido –El Sahara Occidental– a la vez que la administración de Washington está armando a la dictadura alauita hasta los dientes (carros Abrams, misiles Patriot y posiblemente hasta F-35).

¿Vamos a ir a una guerra en la que no se nos ha perdido nada, como socios tontos de la OTAN, mientras que las ciudades de Ceuta y Melilla están excluidas del paraguas de defensa mutua de la OTAN? ¿Vamos a ir a una guerra en las estepas ucranianas y en las costas del Mar Negro para soliviantar a quien nos vende la mitad del gas que consumimos y que es además el contrapeso en la región a nuestro enemigo número uno? ¿Vamos a ser así de gilipollas? Seguramente.

Los intereses de EE.UU. pueden o no coincidir con los nuestros y nuestro apoyo al gigante norteamericano en sus jugadas estratégicas no puede darse de manera gratuita y menos aún cuando lo que está en juego es la seguridad de una nación ajena a la OTAN. En lo que a nuestros intereses de verdad respecta, la OTAN y EE.UU. distan de ser unos aliados confiables. Está bastante claro que en el Estrecho de Gibraltar –el pivote de nuestros intereses estratégicos– la diplomacia useña tiene dos grandes aliados: Reino Unido y Marruecos, un enemigo que es Argelia, y una comparsa que es España.

Lo que el presidente ucraniano opine o deje de opinar sobre España a efectos prácticos nos importa menos que su marca de champú; en cambio lo que se le pase por la cabeza a Abdelmadjid Tebboune en su palacio de El Mouradia en Argel es siempre un asunto de seguridad nacional, incluso su marca de champú.

Nos guste o no, y aunque los medios-terroristas de comunicación se harten de contarnos lo contrario, lo que ocurre en Ucrania se aproxima más a una guerra civil en el que cada bando cuenta con sus aliados que a un conflicto directo entre naciones. Ucrania es una nación partida en dos en la que al este del Dniéper la mayoría de sus ciudadanos ven a las tropas de Kiev como ocupantes, hablan ruso y se sienten más próximos a Moscú que a Kiev. Recordemos además que en Ucrania tuvo lugar un golpe de Estado en 2014 en el que un presidente electo, Víktor Yanukóvich, tuvo que abandonar el país debido a las amenazas después de que la Rada Suprema (el congreso ucraniano) votara destituirle. El detalle de que la Rada estuviera rodeada por opositores violentos que impidieron a la fuerza o mediante la intimidación la entrada de diputados favorables al presidente electo es algo que los medios de información se ocuparon de pasar por alto mientras hablaban del Euromaidán como una revolución por la libertad.

En las elecciones de 2010 Yanukóvich derrotó a Yulia Tymoshenko (la de la trenza estilo princesa Leia) por más de dos millones y medio de votos. Si echas un vistazo al mapa de más abajo, podrás ver que los territorios en azul –los que votaron a Yanukóvich– coinciden con aquellos en los que sus habitantes aborrecen los designios que se les dictan desde Kiev. Es normal que estén cabreados después de contemplar como en la capital de su país echaron a patadas al presidente alq ue ellos votaron masivamente.

Fuente: Wikisoviet

Tratemos de ver este asunto desde un punto de vista geoestratégico y hagamos el ejercicio mental de imaginar que México o Canadá estuvieran barajando la posibilidad de firmar un acuerdo militar con China o con Rusia. Echémosle una pizca más de imaginación y supongamos que en todo el oeste de Canadá o todo el norte de México la mayoría de la población se sintiera más próxima a Washington que a Otawa o México D.F. ¿Ya? Muy bien.

¿Cuál sería el enfoque que daría el gobierno de Estados Unidos a este hipotético conflicto que acabo de esbozar? Pues posiblemente el mismo que tuvieron con Texas cuando los anglosajones les pidieron su apoyo para “liberarse” de México. Jamás tolerarían que un enemigo estratégico plantara bases militares a escasos kilómetros de sus fronteras.

Debo decir que aunque preferiría que Texas fuera mexicana no les reprocho a los estadounidenses su afán por expandir su influencia en su vecindario más cercano; ese mismo razonamiento aplica para Rusia con respecto a Ucrania.

Hubiera sido más lógico apoyar a Argentina en la guerra por las Malvinas que meternos a patrullar desde el Báltico hasta el Bósforo. No se nos ha perdido nada en el río Dniéper

Los intereses de España no tienen que estar alineados con los de EE.UU. al ciento por ciento, ni tampoco con los de Rusia. No siento ningún aprecio por Vladimir Putin, como tampoco lo siento por Joe Biden. Si tuviera que elegir entre vivir en Rusia o en los EE.UU. elegiría la nación de las barras y estrellas, pero prefiero el discurso firme de Putin cuando se muestra contrario al wokeismo progremonguer antes que las chorradas que le hacen balbucear al demente Joe. Me quedo con las libertades que –de momento– garantiza la Constitución de los Estados Unidos antes que con las leyes autoritarias de Rusia.

En política internacional, por encima de filias o fobias, lo que se debe imponer –en cualquier nación seria– es la visión estratégica y a largo plazo. Nuestra postura en el Magreb no puede ser otra que la que ha seguido Estados Unidos en Centroamérica y que puede resumirse en la frase de Roosevelt cuando hablaba del dictador nicaragüense Somoza: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Yo tengo claro cuál de los dos hijos de puta vecinos del sur es el nuestro y no se llama Mohamed.

Que a Estados Unidos –o a quien sea que controle al desequilibrado Joe– le interese apoyar a quienquiera que sea su hijo de puta favorito en las llanuras ucranianas, no significa que a nosotros nos interese arriesgar vidas de españoles a cambio de ningún beneficio. Defender al hijoputa preferido USA en esa región nos puede acarrear muertes, cero beneficios y derivadas negativas importantes en nuestro patio trasero. Arriesgar vidas en este baile y desguarecer nuestro eje estretégico Que a Estados Unidos –o a quien sea que controle al desequilibrado Joe– le interese apoyar a quienquiera que sea su hijo de puta favorito en las llanuras ucranianas, no significa que a nosotros nos interese arriesgar vidas de españoles a cambio de ningún beneficio. Defender al hijoputa preferido USA en esa región nos puede acarrear muertes, cero beneficios y derivadas negativas importantes en nuestro patio trasero. Arriesgar vidas en este baile donde no vamos a comernos un puto rosco y desguarecer nuestro eje estretégico no va a hacer que nuestro aliado Reino Unido se muestre más favorable a devolvernos Gibraltar ni va a hacer que Estados Unidos retire su incondicional apoyo al gordo de Rabat.

No tomar partido por ninguno de los hijoputas contendientes en la guerra civil ucraniana no es pacifismo, no es cobardía, es realpolitik, y servir a nuestros verdaderos intereses estratégicos. Hubiera sido más lógico apoyar a Argentina en la guerra por las Malvinas que meternos a patrullar desde el Báltico hasta el Bósforo. La OTAN no incluye a Ceuta y Melilla en su paraguas de protección y a España no se le perdido nada en el río Dniéper.

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