La Ley Electoral de Castilla y León data de 1987 y el PP, ha gobernado 32 años seguidos, podría haberla cambiado. Ahora Mañueco se hace caca pues se teme una encerrona. Y la tendrá.
La biografía profesional y política del Mañueco Diabólico –que en su caso vienen a ser la misma cosa– es la de un cacique de los de toda la vida. Alfonso Fernández Mañueco-Diabólico es hijo de un alcalde de Salamanca del tardofranquismo y él también llegó a ser alcalde de la capital charra; hermano del presidente de la Unión Deportiva Salamanca y afiliado a La PP desde los 18 años (1983). Desde que cumplió los 30 años ha ido encadenando puestos públicos: concejal del Ayuntamiento de Salamanca, diputado provincial, presidente de la Diputación de Salamanca, consejero de la Junta de Castilla y León, procurador en las Cortes de Castilla y León, alcalde de Salamanca (como papá) y presidente de la Junta de Castilla y León.
Mañueco también es tío de Ángel Fernández, expresidente de Nuevas Generaciones del PP de Salamanca, y coordinador por libre designación del Grupo Popular en el Pleno del Ayuntamiento salmantino. Una familia muy unida y muy uncida a la teta pública de la que vienen mamando desde hace más de 50 años.
Los Fernández Mañueco son los Bush del río Tormes.
El Partido Pusilánime ha gobernado con mayoría absoluta la comunidad autónoma más extensa de España durante 32 años. Desde que Aznar en 1987 (todavía como Alianza Popular) apuntó hacia La Moncloa desde Valladolid y hasta 2019 cuando Juan Vicente Herrera después de 4 legislaturas se cansó de las vistas al Pisuerga. En 32 años con mayoría absoluta han tenido tiempo de sobra para modificar la Ley Electoral de Castilla y León, y no lo han hecho.
Esto es lo que dice la mencionada ley al respecto de los debates televisados:
Art. 31 bis. Debates.
Los candidatos a la presidencia de la Junta de Castilla y León de las formaciones políticas que tengan grupo parlamentario propio en las Cortes de Castilla y León deberán celebrar, al menos, dos debates públicos durante la campaña electoral.
En el Parlamento vallisoletano solo hay tres partidos que tengan grupo parlamentario: La PP, La PSOE y el muerto viviente de Ciudadanos. La realidad demoscópica y sociológica es completamente distinta a la foto fija que representa la bancada de procuradores sentados en el edificio con vistas al Pisuerga en la zona de Villa del Prado. Ciudadanos está en proceso de derribo y listo para competir contra el PACMA, la PSOE empujada por el ardor vegano de Alberto Garzón se podrá contentar con quedarse como está –para ellos sería un éxito hasta perder 3 o 4 actas– y el Partido Pusilánime tiene a un tipo gris marengo capaz de aburrir a las ovejas. Igea, el capitán del pecio de Ciudadanos en Castilla y León, que ha gobernado estos dos años y medio con Mañueco le tiene ganas desde que se enteró por la radio de que el rey Alfonso le había dado una patada en el culo. Quince meses de sueldo de vice a tomar por culo y con una posibilidad de obtener escaño que se mide en niveles cuánticos van a ser unos cojonudos acicates para aprovechar los dos debates para arrearle estopa al muñequito pánfilo que fue su jefe.

Ahora Mañueco se hace caca porque los dos debates para él consistirán en que uno le pega mientras el otro le sujeta y luego el que descansa los nudillos sujeta y el otro arrea; así más de una hora y así dos veces, y por la tele