Quiero de antemano pedir disculpas a todos los hijos e hijas de Satanás a quienes olvide mencionar. Tantos, demasiados, para un solo artículo, pero os tenemos presentes en nuestras oraciones.
Antes de empezar a repartir estopa como me pide el organismo y demandan a gritos tantos cretinaceos como andan sueltos, quiero contarte cómo el artículo que ahora arranco (aviso que será largo) ha ido tomando forma
Ayer leí un artículo de Fernando del Pino Calvo-Sotelo titulado “Basta ya” publicado en la web personal de este economista y empresario, hijo de Rafael del Pino y Moreno, fundador de la empresa Ferrovial. Fernando es una persona rica que podría dedicarse a contar billetes o a viajar por el mundo ajeno a las cuitas de quienes no tenemos el riñón tan bien cubierto. El padre de Fernando –Rafael del Pino y Moreno– forjó un imperio empresarial, creó miles de puestos de trabajo y riqueza, pagó impuestos y, como cualquier padre normal, deseaba que sus hijos se beneficiaran de su esfuerzo. Yo me felicito de que Fernando sea muy rico y estaría encantado de que España fuera una nación “infestada” de millonarios deseosos de gastar e invertir aquí sus indecentes fortunas.
Fernando podría ser un millonario más de esos que siguen aquella máxima de Franco de “haga como yo y no se meta en política”; vivir una vida muelle sin tener que preocuparse por el devenir de los de abajo afectados por problemas que él podría sobrevolar si quisiera, tan solo a cambio de no traspasar las fronteras de la corrección política y atenerse a la regla de oro de que el dinero debe ser miedoso. Fernando podría, como hacen casi todos los grandes millonarios, abstenerse de entrar en temas que la propia élite considera como tabúes e inhibir su sentido de la decencia y de la responsabilidad a base de jugar al golf o de lo que le viniera en gana. También podría ser un millonario cínico y progremonguer de esos que predican para los demás la sostenibilidad y la resiliencia –ese fantástico eufemismo para definir “jódanse”– mientras coleccionan ferraris o acuden a cumbres de la Iglesia de la Calentología en jets privados. Fernando podría ser un campeón woke forrado de pasta y adobado de hipocresía, de esos tan implicados en el lucrativo negocio de la ingeniería social y que en el Club de Campo se ríen entre sus pares del virtuosismo que predican para la plebe, esa chusma que no para de crear problemas y de reproducirse.
Pero Fernando salió bueno, resultó honesto y me complace haber sabido de él. Una serie de carambolas cibernéticas, o tal vez Dios, han querido que Fernando entrara en mi radar y quiero que esté también en el tuyo. Decía antes que Fernando publicó un artículo en su blog personal, aunque no mencioné que en este caso lo hizo no porque su intención fuera esa –publica en su blog una media de un artículo al mes– sino porque tras diez años de colaboración con el periódico Expansión, por primera vez, la dirección de este medio se negó a publicar un artículo suyo.
En su blog Fernando tiene una serie de frases acerca de su actitud ante la vida, y he escogido esta:
“En un mundo atenazado por unos miedos inventados por quienes sólo buscan esclavizarlo, yo intento no asustarme para poder seguir siendo libre”. (Fernando del Pino Calvo-Sotelo)
El artículo (puedes leerlo al completo aquí) arranca así:
Esta locura debe acabar. El programa de vacunación masiva con vacunas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y adolescentes sanos es simplemente inmoral. Contrariamente a lo que repite la histeria colectiva creada por el contubernio político-mediático-farmacéutico, la vacunación a estas edades no protege a los niños de nada, pues para ellos el covid es levísimo, ni protege a sus padres o abuelos, pues los contagios de niño a adulto son inhabituales[1] y, sobre todo, caramba, porque estas vacunas no impiden ni el contagio ni la transmisión[2], como estamos viendo. En cambio, exponen innecesariamente a los niños a potenciales efectos adversos a corto plazo que aun poco probables pueden ser serios, como la miocarditis (“con cuadro clínico atípico y de pronóstico incierto a medio plazo”, según el JCVI británico[3]), y a la incertidumbre de efectos secundarios desconocidos a largo plazo. ¿Cómo calificarían ustedes a una sociedad que pone en riesgo la salud de los niños para que algunos adultos duerman más tranquilos? Por tanto, recomiendo a los padres que, antes de tomar una decisión que será irrevocable, se lo piensen mucho y no se dejen arrastrar por razones equivocadas como la presión social, sino valorando exclusivamente los riesgos y beneficios para sus hijos, que no pueden defenderse ni opinar por sí mismos. Asimismo, si sus pediatras recomiendan vacunarse exíjanles la firma de la correspondiente receta para que asuman su responsabilidad.
y termina:
Repito: esta locura debe acabar. Ha llegado el momento de exigir a los responsables políticos que digan la verdad a la población sobre las limitaciones de eficacia y seguridad de estas vacunas y que detengan la campaña infantil. Para los niños sanos esta vacuna tiene muchos más riesgos que beneficios y, como dice el inmunólogo norteamericano Robert Malone, coinventor de la tecnología de las vacunas ARN mensajero, “la razón que le están dando para vacunar a su hijo es mentira: sus hijos no presentan peligro alguno para sus padres o abuelos[11]”. Yo aún diría más. No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos.
La última frase del artículo de Fernando podría sintetizarse citando a Belén Esteban: “yo por mi hija mato”. Ese es, muy escuetamente, el mensaje publicitario o la idea fuerza que deben fijar en sus podridas molleras nuestros gobernantes y el resto del batallón liberticida (paciencia que ya llego) cuando piensen en nosotros, su enemigo, antes de siquiera atreverse a dar un paso. Podemos ser gatitos que bufan y dan zarpazos superficiales cuando son incomodados, pero cuando se trata de nuestras crías nos convertimos en tigres desatados capaces de desencadenar una lluvia de garras y colmillos. Antes siquiera de que estos canallas se percaten de qué es lo que les ha pasado por encima, pueden encontrarse sentados en un banquillo ante un tribunal o algo mucho peor.
Martin Bormann, Hans Frank, Hermann Göring, Rudolf Hess, o Joachim von Ribbentrop, entre otros muchos, pasaron en muy pocos años de estar henchidos de poder y gloria a cabizbajos ante un tribunal en Nüremberg en noviembre de 1945.
Hay muchos otros ejemplos de tiranos que han visto como en cuestión de meses pasaban de vivir rodeados de lujo y boato a terminar muriendo como ratas. Mussolini, Gaddafi, el matrimonio Ceausescu, Luis XVI y su mujer y muchos más.
¿Quiero yo ese final para quienes desde posiciones de poder, influencia y/o coerción nos conducen hacia un mundo en el que las libertades individuales sean pisoteadas y consideradas como unas actitudes tóxicas e insolidarias superadas por una Humanidad que avanza aleladamente feliz hacia un puto reseteo siguiendo el guion de una Agenda que promete una felicidad vegana exenta –entre otras cosas– de propiedad privada?
Muy buena pregunta, sí señor… y un rato larga.
No lo deseo. Desde una perspectiva “talionaria” (de Talión) merecerían ser ejecutados no una, sino varios miles de veces, pero desde una perspectiva humanista, la mía, considero que el valor de cualquier vida humana es superior a cualquier saldo que esa persona tenga pendiente con el resto de la Humanidad. Prefiero darles a todos ellos la oportunidad de redimirse entre rejas hasta que salden sus cuentas con el Hacedor. Mejor disfrutar sabiendo que están al tanto de cómo sus jodidos planes se han arruinado, viendo sus hediondos principios superados, laminados, escarniados y ridiculizados. Prefiero darles la oportunidad de contemplar, privados de la misma libertad que querían sustraernos, cómo sus nombres pasan a los libros de Historia y de texto como sinónimos de liberticidio, tiranía, hipocresía y falta de escrúpulos.

Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del III Reich, y anteriormente empresario de éxito, alegó no estar al tanto de los planes de Adolf Hitler

El matrimonio Nicolae y Elena Ceausescu disfrutaba dando de comer a los canguros en una visita oficial a Australia, 20 meses después eran fusilados a quemarropa

Muammar Gaddafi negociaba en Italia asuntos de inmigración con Silvio Berlusconi, trece meses antes de ser cazado como una rata y asesinado en directo por una turba.
A pesar de que aborrezco el hecho y la idea misma de quitar a quien sea la vida bajo cualquier circunstancia, no me engaño y sé que esto es una guerra en el que el concepto de individuo y su dignidad es el enemigo de una jauría de hienas. Hienas que diseñan la estrategia, hienas que “cumplen órdenes”, hienas mercenarias y muchas hienas que desconocen siquiera su condición hiénida. No quiero para mis congéneres el mundo infernal al que nos conducen estas ratas; espero que sea por las buenas que podamos parar esto, pero tengo claro que hay que pararlo a toda costa, y también tengo claro cuál es mi trinchera.
Es precisamente un virus nacido en un laboratorio chino –con financiación estadounidense– el catalizador perfecto para acobardar a la población, entumecer nuestra capacidad de racionalizar la información y ser la excusa perfecta para hacer popular la idea de que el “bien común” debe prevalecer sobre los derechos de cada persona. Estamos pues ante un virus chinificante en la peor afección del término. Un virus anunciado por el World Economic Forum en octubre de 2019 (Evento 201) que es visto como una “gran oportunidad” por egregios hijos de puta desorejados como Klaus Schwab, el príncipe Carlos o el denteroso Justin Trudeau.
Todo lo que en al anterior párrafo he escrito está abundantemente documentado en distintos artículos de #Freenoticias. El virus nacido en China (coproducido junto ciertos sectores del Deep State estadounidense que se saltaron a la torera regulaciones como la prohibición de realizar experimentos de ganancia de función) es el arma perfecta para convertirnos en una Humanidad más cercana a Confucio, Mao, Althusser o Stalin que a Locke, Ortega, Escohotado o Jefferson. Mi trinchera es la del maestro Antonio Escohotado (uno de los lemas de este medio es una frase suya: “Solo las mentiras necesitan subvención”). Se juntaron el hambre con las ganas de comer, pero por pura casualidad ¿verdad amigos ignoraniocos? JA
Se da la feliz casualidad (feliz para algunos) de que el virus con pasaporte comunista es el perfecto acelerador para avanzar hacia unos objetivos trazados hace un par de décadas, los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Unos objetivos que se han recogido en distintas Agendas (2030, 2050). El virus comunista potencia, justifica y hace más vendible el “relato” –jodida palabrita donde las haya– para que todos compremos esos ODS como única alternativa y que sea “nuestro deber y salvación darles gracias siempre y en todo lugar” a los desinteresados hijos de puta que los diseñaron y que nos lo imponen de forma voluntario-obligatoria.
El avance hacia esos ODS no terminaba de verse, estaba atascado, porque somos todos un hatajo de egoístas turbo-fachas-carbónicos centrados tan solo en la consecución de nuestra felicidad y la de nuestras familias. Pero hete aquí que vino el virus manufacturado en Wuhan para que la comunidad, el rebaño y la salud de todos escalara en el ranking de valores en detrimento del repugnante egocentrismo individualista; todo acompañado del advenimiento de hordas de viejas del visillo que nos exhortan “arrepentíos impíos” desde cada esquina y desde cada micrófono y plató.
Da lo mismo que en esos ODS las palabras democracia y libertad brillen por su ausencia mientras abundan la resiliencia, la sostenibilidad y la inclusividad. Los ODS solo se nos receta a los plebeyos, por supuesto, los plutócratas que los venden no se fuman esa mierda, ellos se guían por el principio fundamental de cualquier jefecillo comunista: haz lo que digo, no lo que hago. También se da la feliz coincidencia de que sea el secretario general del Partido Comunista de España, Enrique Santiago, el responsable de esa Agenda 2030. Casualidad, claramente. Santiago es un líder comunista de manual, un señor de clase alta y con un curioso patrimonio que es capaz de defender a los terroristas de las FARC a la vez que se muestra dispuesto a emular a su admirado Lenin haciendo con la Familia Real española lo mismo que el tito Vlad hizo con los Romanov (mujeres y niños incluidos). Son todo solo coincidencias, carambolas, alineamientos astrales, suertudos que son estos chicos globalistas progremonguers. JA
Enrique Santiago debería repasar algunos capítulos de la historia comunista, empapada en sangre, para averiguar que tal vez las circunstancias quieran que en lugar de ser él quien se presente en el Palacio de la Zarzuela con sus camaradas, sean estos los que le acaben clavando un piolet en la cabeza a él como hizo Ramón Mercader con León Trotsky por orden del tito Stalin. Ya se sabe, cositas de comunistas dirimiendo temas ideológicos. Dios no lo quiera y Santiago pueda pasar muchos años, llegando a centenario, encerrado y purgando sus pecados mientras goza de una excelente salud.
Es una guerra. Están a tiempo de firmar la paz; lo que ocurra después y lo que pueda llegar a ocurrirles a ellos, será su responsabilidad.
Fuera caretas. Sí, es una guerra. Nos están mintiendo de manera sistemática, y en el caso de algunos premeditada, y esto debe detenerse. Advertirles de que deben parar y pedir disculpas es un deber. Si insisten en seguir adelante, que Dios se apiade de ellos, muchos no lo harán.
Desconocemos el origen del virus, pero ya es casi seguro que tiene de natural lo que el color del pelo de Belén Esteban (y van dos menciones), decenas de miles de animales analizados y seguimos –y seguiremos– sin conocer tanto el bicho reservorio como el bicho intermediario, porque lo que es más plausible es que sea un virus o un patógeno del tipo que sea (estamos a vueltas con lo de dónde está aislado el virus purificado y tal) manufacturado mediante técnicas de ganancia de función (en pocas palabras técnicas destinadas a emputecer patógenos para hacerlos más o menos letales).
Anthoni Fauci, Peter Daszac, Ralph Baric, Shi Zhengli, son algunos de los actores o agentes responsables de la parte operativa del desarrollo, la financiación y, en parte, del despliegue de este arma que que tan oportunamente vino a asistir a una estrategia global de sometimiento de la población (Agenda 2030 y ODS) que estaba atorada en el barro y que repugnaba al sentido común.
Joe Biden, a quien ya andan buscando repuesto en la CNN, ese olisqueador compulsivo de niñas prepubescentes con las facultades mentales trastornadas, pero con una ambición alimentada durante 50 años mamando de la teta del pantano de Washington, es el tonto útil perfecto para liderar, hacia el caos, a la nación que hasta hace poco encabezaba los valores occidentales.
No iban a venir los de Pfizer con una vacuna de verdad a joderle su fantasía al bueno de Klaus schwab, menuda falta de compañerismo. Una vacuna que cortara la transmisión, hiciera que la gente se relajara, que perdiera el miedo, que se dedicara a sus asuntos y tuviera tiempo de hacerse preguntas sería una putada justo ahora que los cabrones tienen la atención de la gente y que estamos en medio de un proceso de manipulación a saco. Sería como despertar a alguien de la hipnosis antes de poder afanarle la cartera.
Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Jack Dorsey, Larry Page, Sergey Brin, Bill Gates y demás excrecencias BigTech que han predado en las conciencias colectivas gracias a una legislación a la carta (fruto de la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones) que les ha permitido ser ciber-dictadores de verdaderos estados virtuales, han dado la cobertura perfecta para conducir el “relato” hacia lo que en cada momento debía ser la verdad.
Especialmente durante los primeros meses de la Plandemia, estas empresas han patrullado el pensamiento colectivo, censurado verdades, machacado carreras científicas y silenciado noticias. El objetivo para noviembre del pasado año era derrotar a Trump a toda costa, y no se pararon en barras. Silenciaron las andanzas de Hunter Biden, putero politoxicómano amén de hijo de Joe Biden, que se ha lucrado –e hizo lucrarse a toda su familia– trabajando como consultor en una empresa gasista ucraniana, obteniendo un fondo de inversión con el visto bueno del Bank of China (dependiente del Partido Comunista Chino) a los pocos días de regresar de visita oficial, con papá, de Pekin, y eso solo es para esbozar las andanzas del señoro, porque hay mucho más que no me atrevo a publicar (si yo no me atrevo podéis haceros una idea).
Lo del Hunter es solo un ejemplo, pero muy significativo, de hasta dónde están dispuestas las divisiones Panzer de las ciberdictaduras a llegar. Para frenar la noticia, a pocas semanas de las elecciones, Twitter, Facebook y el resto de terroristas digitales bloquearon al cuarto periódico de mayor tirada de los EE.UU. (The New York Post) e impidieron que incluso congresistas y senadores pudieran hacerse eco de la misma. Eran noticias ciertas, documentadas y avaladas, pero la verdad no es una excusa. La orden era clara, impedir que se repitiera lo ocurrido en 2016 cuando un outsider, despreciado a partes iguales por el establishment demócrata y republicano de Washington, llegó a la Casa Blanca.
Por cierto que cabe reprochar a Donald no haber hecho la limpieza del Pantano (el drenaje) que prometió hace 5 años… por eso se lo comieron por las patas empezando por sus supuestos colaboradores.
La ciber-mordaza no debió ser suficiente porque tras una campaña de Trump llenando estadios en contraposición con la campaña desde su búnker de Delaware del senil Joe, asistimos a un espectáculo de muertos votantes, vuelcos electorales de madrugada y empresas como Dominion (con dinero chino de por medio) haciendo magia demoscópica para llevar a un tarado a la Avenida de Philadelphia. Los republicanos “de toda la vida” como Kemp en Georgia (interesante repasar este artículo sobre Brian Kemp) participaron en la trama apuñalando al pardillo. Trump fue desterrado de las mismas ciberdictaduras que dan altavoz a tiranos islámicos o comunistas, y mentar juntas las palabras fraude y elecciones se convirtió en motivo suficiente para ganarse una tarjeta roja en redes sociales o YouTube.
Los algoritmos de Google, mientras tanto, llevando los contenidos incómodos al rincón de pensar lejos de la vista del público hipnotizado. Y a la vez dopando a las meretrices de las Big Tech –las empresas verificadoras– para que sus mediocres contenidos de cortar y pegar se codeen con los de la wikisoviet en los primeros resultados de las búsquedas (un consejo, emplea duckduckgo o Tor lo más que puedas). Así es la guerra.
Otra inesperada casualidad es que todo este alboroto covidiano y estos arrestos domiciliarios injustificados, que en algunos países como Australia son la envidia de cualquier carcelero chino, han disparado los beneficios y la facturación de las ciberdictaduras digitales que se dedican a apacentarnos; mientras que las empresas familiares, las pequeñas y medianas empresas, han sido obligadas a cerrar. Vaya con las casualidades y con la suerte de algunos… Los mismos que más empujan el discurso de encerrarnos y estar atentos a nuestras pantallas son los que más se lucran de esta casual circunstancia ¿Quién iba a esperarlo, verdad? JA
Joe Biden y su escudera Kamala (las misma que se labró una carrera política como fiscal follándose al alcalde de San Francisco teniendo ella 29 y él 60 años y casado) juraban el cargo este año, y Estados Unidos tenía ya un presidente que confundía a su nieta con su hijo difunto, que dijo que prefería las verdades a los hechos, que afirmó que si no le votas no eres negro, que se jactaba de cómo los niños le acariciaban los muslos en una piscina, que aseguró que derrotaría a … Joe Biden o que no paraba de repetir batallitas imposibles como la de que se entrevistó en 2015 en París con Deng Xiao Ping (cuando este último llevaba décadas muerto y enterrado).
Pero es una guerra y así se ganan. Los tontos codiciosos también tienen su papel.
El pasado 6 de agosto escribí un artículo dentro de una serie de 4, titulado Covid: es una puta guerra y sabemos quiénes son los culpables (IV). China en el que decía:
Habrá una variante Gamma, Epsilon,… y Omega del virus chino en camino si no nos encerramos y usamos mascarillas para siempre y no nos vacunamos cada año –y recibimos 15 inyecciones de refuerzo–. Por si acaso, para estar seguros, hagámoslo, encerrémonos de todos modos, aunque nos carguemos nuestra nación y nuestra civilización misma. En el Comité Central del Partido Comunista Chino se descojonan observando los efectos de su arma biológica.
No soy adivino, solo empleo la lógica de cuando en cuando. Todo esta tramoya no va de proteger a la gente contra un virus sino de puro amaestramiento y sometimiento a través del miedo. No se puede bajar la guardia, hay que atenazar las conciencias y no soltar la presa (nosotros) antes de tiempo. Y por tanto, venga variantes, por detrás y por delante.
Ya lo dijo el hijo de puta entre los hijos de putas más destacados, Klaus Schwab: “no volveremos a una normalidad como en los buenos viejos tiempos. Eso simplemente no sucederá”
Más casualidades. Resulta que el Gran Reinicio, esa cosa que decían que era una paranoia de conspiranoicos pero que tiene hasta una web, vídeos, loas de dirigentes políticos y hasta una portada en la revista Time (además de un libro con ese nombre del propio Schwab), incluye entre sus predicciones algo como que EE.UU. dejará de ser una superpotencia y que los valores occidentales serán puestos a prueba. Joder, mira tú que bien viene para este Big Reset que sea un anciano senil atolondrado e incapaz de articular un pensamiento lúcido de más de tres frases quien “lidere” la nación otrora campeona de Occidente. Satán Klaus (Schwab) mientras tanto anuncia que su sueño húmedo consiste en la fusión de nuestras identidades física, biológica y digital. Es un buenazo el tito Klaus, ¿o no? Lo bueno de este hijo de puta –conoce a tu enemigo– es que parece no darse cuenta de que tanto su físico como lo que dice y su actitud le confieren un halo de supervillano de película que le hacen merecedor de un Óscar y de un desinfectante pitorreo. Es un cabrón por dentro y por fuera, exuda mala leche y peores intenciones, se le ve venir desde muy lejos; muy de agradecer.
Tenemos un virus pergeñado y nacido en la mayor tiranía del planeta con la colaboración destacada (medios y tecnología) de actores estadounidenses (y empresas, pero no quiero extenderme). Ese virus beneficia a las mismas empresas que han invertido fortunas en quitar de enmedio a Donald Trump para sustituirle en el Despacho Oval por un desquiciado mental que resulta que tiene un hijo con suficientes cadáveres (putas y más cosas) como para que los chinos chantajeen hasta su muerte al tipo a cargo del maletín nuclear USA. Hay un curiosos win-win entre chinos y ciber-terroristas multimillonarios. Resulta que tanto el régimen chino como esas empresas dirigidas por hipsters multibillonarios que visten como vagabundos, coinciden en que aupar a un monigote hasta el cargo de Comandante en Jefe del mayor ejército del planeta, es lo más aconsejable. Yo lo entiendo, favor con favor se paga y todos rascándose la espalda en mutua armonía. Además resulta que el virus ayuda a chinificar el mundo llevándonos rumbo a un capitalismo oligopolista bajo un régimen comunista (otros lo llaman capitalismo de partes interesadas o stakeholder capitalism) en donde las grandes corporaciones gocen de privilegios y prebendas (eso les mola) y sean el brazo armado tecnológico de estados cada vez más ubicuos y asfixiantes. Una delicia.
Y siguiendo con las casualidades, resulta que los intereses de una China que no disimula su afán de supremacía mundial, coinciden con los de los padrinos de una cosa que se llama Gran Reinicio y que nos habla de abolir la propiedad privada y ser felices. Caramba, qué casualidad, suena como a comunismo para todos, o casi todos. Y además todos a una están entusiasmados por esos Objetivos de Desarrollo Sostenible que tenemos en forma de rosco de 17 colorines hasta en la sopa. Y por cierto, todas las empresas como ovejas aplaudiendo a esta banda y adoptando en sus cada vez más cursis valores, propuestas de valor, propósitos y demás mandangas hueras de chicha, la iconografía progremonguer y el relato de los putos cojones. Ahí te dejo un par de artículos repartiendo mis bendiciones entre esta tropa:
EL calentocomocho climático es junto con el virus una de las armas favoritas de nuestros enemigos. Sirve para sembrar el miedo, como con el virus, y además te hace sentir culpable por tus pecados carbónicos. No entraré en hacer exégesis de la fe de la Iglesia de la Calentología Penitente con su profetisa con asperger como banderín de enganche. He escrito mucho sobre el asunto (buscad en la web) pero mi conclusión en lo que a las empresas respecta (y para resumir) es que a todos estos santos laicos, conversos recientes a la fe calentóloga, que andan buscando aparentar su castidad carbónica, les metía con gusto mi huella de carbono, con la bota incluida, por sus ojetes corporativos.
Lo dicho es la guerra y me la suda mucho (me vengo arriba, hay que enardecer a las tropas supongo) saltarme de vez en cuando las exquisiteces y cambiar de tanto en tanto el florete de la ironía por el hacha del sarcasmo y la vulgaridad. Lo dicho, que se embutan mi huella de CO2 por donde amargan los pepinos y sacudámonos el miedo y orinémonos en sus dogmas con alegría de bacanal libertaria. Falta hace.
Siguiendo con los miedos y antes de desembocar en la abducción vacunera vacunística (tranquilo que ya termino) no quiero dejar de mentar dos cosas. Por un lado ese campo de minas en que han convertido al lenguaje y la comunicación. Por otro, el interés por establecer reservas indias de “colectivos” que rivalizan entre sí por alzarse con el mayor número de oprobios y que viven de convertir en virtud circunstancias sobrevenidas como la abundancia (o carencia) de melanina, lo que se lleva entre las piernas, los gustos sexuales o las fantasías autopercibidas.
Hay un afán rayano en lo ridículo por domesticar y moldear las ideas a través del lenguaje, anatemizando términos y pariendo nuevos palabros y términos a cual más repipi y baboso. Mi receta: mandar todo eso a tomar por culo (rápida y escueta recomendación ¿verdad?).
En cuanto a los colectivos quítate el miedo ya porque los colectivos no existen ¿Has hablado por teléfono con alguno? Pues eso. Los colectivos son entelequias ectoplasmáticas ficticias, animales mitológicos, que sirven para dos propósitos: tener a la gente dividida y entretenida y poder agrupar a un monton de individuos distintos entre sí convenciéndoles de que por ser gays, tener coño o por autopercibirse como mujeres los martes o como calamar los jueves, eso les hace compartir una ideología. Si tú eres calvo eso no significa que compartas ideas y valores con el resto de alopécicos del mundo, pero sí te venden –y eres tan tonto que lo compras– que tu alopecia te convierte en víctima de la opresión sistémica de los melenudos, y que por eso mereces privilegios y derechos de autor, entonces entrega tu individualismo al pastor del rebaño y ponte a pastar en el corral asignado. Lo explico en este artículo:
A por las vacunas (y gracias por llegar hasta aquí)
Hace siete meses no me preocupaba mucho este asunto. Me alegraba que finalmente salieran adelante unas vacunas –entonces pensaba que lo eran– con las que poner fin a esta pesadilla y terminar el ciclo liberticida. Pero olvidé las palabras de Satán Klaus Schwab en las que como en el en el poema “Infierno” (primera parte de la Divina Comedia de Dante) nos anunciaba que abandonásemos cualquier esperanza de volver a la “normalidad”. Recordemos que el poeta ve una señal al atravesar el umbral del Infierno en el que dice “Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate” (abandonad toda esperanza los que aquí entráis).
No iban a venir los de Pfizer con una vacuna de verdad a joderle su fantasía al bueno de Klaus, menuda falta de compañerismo. Una vacuna que cortara la transmisión, hiciera que la gente se relajara, que perdiera el miedo, que se dedicara a sus asuntos y hasta tuviera tiempo de hacerse preguntas sería una putada justo ahora que los cabrones tienen la atención de la gente y que estamos en medio de un proceso de manipulación a saco. Sería como despertar a alguien de la hipnosis poco antes de poder afanarle la cartera.
En el tema de los pinchazos la cosa se asemeja bastante a aquel poema erótico, de autor anónimo, titulado La Balada de Don Juan Tenorio, en donde una doña Inés en celo le dice a un vergudo Don Juan “Don Juan, don Juan, soy doncella, la puntita nada más” a lo que este replica “cállate puta plebeya, te meteré toda ella”. Pues no es mal resumen si se acompaña del refrán popular de “prometer hasta meter, y después de haber metido olvidarse de los prometido”. Creo que estas dos píldoras de sabiduría popular ayudan a recrear una imagen mental de la situación por la que nos movemos y lo mismo hasta una sonrisa pícara. En cuanto a la tercera dosis (y las que vengan) recordemos que la estrofa de don Juan se remata con “y las bolas además”. Todo está en los libros.
No me voy a poner a dar cifras y datos (pongo al final varios artículos que he publicado cuajados de datos, enlaces, estudios, análisis propios y ajenos para quien me venga con el rollo de negacionista y defensor de la Tierra plana o cilíndrica) sino que apelando a tu paciencia lectora evocaré la conocida historia del camello que te quiere enganchar a su mercancía de muerte y para elllo te regala las primeras dosis, prometiéndote un viaje alucinante. Luego, cuando ya estás enganchado, necesitas más dosis y el subidón que experimentabas al principio cada vez te sale más caro, nada es gratis, hasta que desaparece cualquier atisbo de placer, pero no así la necesidad de seguir pinchándote. Me malicio que hacia ese escenario vamos como cohetes.
Unas cuantas preguntas:
.- Si cualquier electrodoméstico de 25 euros viene con una garantía de 1 año por qué no debería ser igual con una vacuna que es, de lejos, algo mucho más serio que una tostadora
.- ¿Por qué los contratos de precompra que la UE nos ha mostrado (previo permiso de las farmacéuticas) son una sucesión de tachones y no podemos saber cuáles son los términos más importantes de esos contratos (responsabilidad, indemnización,…) ni tampoco el precio?
.- ¿Por qué la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, casada con un directivo de una empresa farmacéutica dedicada a la investigación de vacunas génicas y que le acaba de entregar un premio al CEO de Pfizer, es la persona más adecuada para negociar, precisamente con Pfizer y compañía, en nombre de todos los europeos?
.- Y por cierto ¿Quién ha votado a esa Ursula, esa zorra, bruja y arpía defensora del Salvoconducto del Nuevo Reich? Yo no recuerdo haberlo hecho.
.- ¿Por qué la comisaria de Sanidad, subordinada directa de von der Leyen, Stella Kyriakides y a cargo del “día a día” de las negociaciones con las farmacéuticas, ha recibido inesperadamente una transferencia de 4 millones de euros en una cuenta que tiene conjuntamente con su marido?
.- ¿Por qué el número de los efectos adversos causados por las supuestas vacunas covid, documentados tanto en el VAERS estadounidense como en los registros de la UE, supera en un solo año a la cifra de la suma de los efectos adversos de todas las demás vacunas sumados durante décadas?
.- ¿Por qué se ha dado prioridad a la aprobación de emergencia de estos medicamentos aparcando, cuando no bloqueando, la aprobación de otros medicamentos y tratamientos y que se han tildado poco menos que de magia chamánica para desacreditarlos?
.- ¿Tiene que ver lo anterior con las ganas desmedidas por dar salida de forma prioritaria a las substancias, que alegando ser vacunas, son producidas por empresas que patrocinan programas de televisión y gastan fortunas en publicidad en todos los medios de comunicación?
.- ¿Cuál es la lógica que existe detrás de la afirmación de que para que algo funcione es necesario que todo el mundo lo compre?
.- Abundando en la anterior pregunta ¿Qué bien o servicio solo funciona cuando lo compran todos y no solo una ni dos, sino al menos tres… o “n” veces?
.- ¿Qué tipo de conjuros, sobornos, untamientos o combinación de todos estos, son precisos para lograr que presuntos liberales como Guy Sorman o Pfizerico Jerínguez Losmato (alias Federico Jiménez Losantos) se conviertan repentinamente en comisarios del Nuevo Orden Mundial o en electroduendes histéricos que llaman mamarrachos y asesinos a quienes nos negamos a inyectar a nuestros hijos?
.- ¿Alguno de estos chusqueros lenguaraces (tú también querido Carlos Herrera, aunque espero que reflexiones) que abogan por la inyección a toda costa, que evitan dar voz a los que opinan distinto y que siembran el pánico, se hará responsable de lo que pueda pasarnos de aquí a 1, 3 o 10 años?
.- ¿Por qué hasta ahora no se vacuna a los niños de gripe siendo esta más letal para ellos que el covid y dándose la circunstancia de que es una vacuna que comporta infinitamente menos efectos adversos?
.- ¿Qué les dirán, desde sus nidos de ametralladoras de guerrilleros mercenarios mediáticos, estos prendas a quienes como consecuencia de su insistencia hayan vacunado a sus niños cuando estos acaben padeciendo afecciones irreversibles? ¿Qué es eso tan bueno que os dan de fumar chicos y chicas?
.- ¿Por qué esa insistencia en hurtar y rehuir el debate científico serio, y en aniquilar profesional, emocional y socialmente a quienes no sostienen las llamadas verdades reveladas de un consenso científico que –por definición– no existe? Si de tanta razón vais cargados sería mucho más sencillo desacreditar al adversario mediante debates honestos y abiertos.
.- Si yo, que no soy científico profesional, podría merendarme en un debate al más conspicuo terraplanista con una mano atada a la espalda en menos de 10 minutos ¿Por qué no hacer lo propio con tanto negacionista para que todo el mundo vea quien tiene razón en qué tema? Lo normal sería emplazar a debates fáciles de ganar ante negacionistas de esos tan recalcitrantes, aunque tengan premios Nobel en medicina o a pesar de ser los padres de las propias vacunas de ARn mensajero ¿Cuál es el miedo si la verdad y el (puto) consenso científico os asiste?
Solo el miedo y una mala conciencia justifican tanta cobardía y es cada vez más difícil ocultar ese miedo. La gente lo puede oler y hasta palpar viendo cómo los adalides del absurdo oficial pierden los papeles a la primera de cambio porque ayunos de argumentos y rodeados por un descomunal flujo de evidencias solo les queda la represión desnuda y la repetición hasta la náusea de consignas tan manoseadas como falaces.
Tengo muchas más preguntas pero creo que ya he repartidor bastantes interrogantes como para que quien quiera ir contestándolos en su fuero interno pueda entretenerse.
No estamos en una guerra contra un virus, estamos en una guerra contra un enemigo que emplea un virus haciéndonos creer que en lugar de usarlo contra nuestras libertades y derechos buscan como acabar con él. El virus es un medio para alcanzar un fin. Covid 19, o virus co-Chino, es un arma más dentro del arsenal del progremonguerismo. La Iglesia de la Calentología, la teoría de género, el feminismo o la Teoría Racial Crítica (Critical Race Theory) entre otros constructos liberticidas, forman parte, junto con el jodido bicho, de la panoplia militar que van desplegando unos engreídos generales hijos de cien mil putas, que piensan que muchos sobramos en este mundo que creen de su propiedad y no quieren compartir con chusma, y que saben que machacar el concepto de individuo es la clave para un mundo más limpio y ordenado, más manejable y más repugnante para todos, excepto para los que acaben completamente alelados, tal vez gracias a sus terapias, y que sean felices recibiendo su chute de dopamina en forma de nuevos juguetes electrónicos o realidades virtuales paralelas llevadas hasta tu comuna o colmena en un dron de Amazon.
Saben, dan por descontado, que muchos vamos a cabrearnos. Creen que están preparados para cabalgar a lomos de unos pocos tigres siempre que la mayoría se comporte como gatitos. No han advertido que muchos ya vislumbramos el infierno al que quieren conducirnos y lo estamos señalando sin descanso. La técnica de ir subiendo la temperatura de la olla gradualmente pasando de un baño tibio a cocernos vivos casi sin percatarnos no les va a funcionar con todos. No han medido bien la capacidad del espíritu humano, casi ningún tirano lo ha hecho.
Tal vez justo cuando crean que el camino hacia su utopía es ya irreversible porque hayamos atravesado como Dante las mismísimas puertas de SU infierno y crean que nos hemos resignado abandonando toda esperanza, levanten la mirada hacia un cielo plúmbeo y contemplen sorprendidos una figura grotesca, inmóvil, descabezada, la suya.
Insisto que no me gustaría ver colgando de sogas a quienes están dirigiendo esta guerra sucia que se libra contra nuestra libertad, pero yo solo puedo hablar por mí mismo. El espíritu humano y el soplo divino que en él habita es demasiado fuerte hasta para cabrones 4.0 como Bill Gates. Estáis advertidos. Rendíos pues, deponed las armas y seréis tratados con respeto, como prisioneros de guerra, seguid por el camino por el que nos lleváis y acabaréis recorriendo el la misma ruta que muchos otros tiranos ya anduvieron. Avisados estáis.
Volviendo a Fernando del Pino Calvo-Sotelo, y para cerrar el círculo que he tratado de trazar o al menos garabatear un borrador del mismo, decía Fernando que “No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos”. Proteger a un hijo es más que un simple impulso genético, nada hay más precioso que la infancia y si para preservarla hay que hacer cosas que desagradan y repugnan, con gran repugnancia y desagrado se harán, antes vosotros que nuestros hijos. Repito, rendíos.