Si de verdad Ayuso no iba de farol con eso de comunismo o libertad, entonces pinta menos en el PP que Greta Thunberg de encargada de una gasolinera.
Vaya por delante que no soy fan de Ayuso y que tampoco siento desprecio por ella, lo cual, viniendo de mí, es un piropo cuasi lujurioso. Considero que es una política con olfato que ha sabido subirse a lomos de una retórica con la que mucha gente sintoniza fácilmente y que su personaje despliega una exquisita combinación entre una caperucita feroz macarrilla y pendenciera y una pastorcilla de cayado rosa y con bucles que pestañea coqueta e impertérrita mientras se malicia el siguiente mandoble.
Isabel atiza duro, tiene mucho instinto –algo de lo que carece su aún jefe– y aunque le falte la agilidad mental, la capacidad intelectual y la cadencia de golpeo de Macarena Olona, sigue siendo una campeona formidable arreando estopa y logrando enardecer a su público.
Mientras en el Partido Pusilánime sigan al frente personajes tan grises y casi transparentes por su falta de substancia, Isabel Díaz Ayuso seguirá predicando en el páramo pepero, un desierto en donde no llueven ideas ni principios desde hace lustros. Abanderar la idea de libertad cuando tienes “cubriéndote” los flancos a Teodoro García Egea y a Alberto Núñez Feijóo, dos excelsos liberticidas, es un guiño de la pastorcilla boxeadora que tiene muy poco recorrido.
Mientras el PP martillea con su propuesta de “Ley de Pandemias” para dotar al Estado de más recursos para aplastar las libertades individuales –se ve que creen que tienen pocos y no pisotean suficiente– o expulsan a la Guardia Civil de Galicia mientras imponen el monolingüismo pasito a pasito, Ayuso se aferra a la barra de sus bares madrileños –benditos ellos– sabiendo que la Agenda 2030 es la biblia bendita en su actual partido.
Si no les hubiera hecho ganar las elecciones conteniendo en parte a VOX apropiándose de parte del discurso de este partido, Ayuso estaría hoy fuera del foco mediático. Predicar sabe, pero ahora le toca a Isabel dar trigo y sustanciar ese apoyo suyo por la libertad desinfectando las leyes autonómicas de género o metiendo mano al asunto de pagar 4.200 euros al mes por cada mena que hay en Madrid. Ayuso tendrá también que explicarnos porque milita en un partido que en Galicia acosa al castellano y expulsa a la Guardia Civil y explicarnos qué opina de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que palabras como democracia o libertad brillan por su ausencia.
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