Si viajando por la noche al acercarte a una curva ves un ser bañado en una sombra arco-iris, no te pares. Si a medianoche repites tres veces “empoderada” mirando al espejo del baño mientras sostienes una vela, y se te aparece una mujer de pelo corto y morado que te mira con gesto agrio, ignórala y vuelve a revisar los fusibles.
Si algo de esto te sucede, no descartes que no te ocurra, es que has visto un “colectivo”; un ser imaginario, fantasmagórico y muy pesado, que pide cosas.
Los colectivos son espectros inaprensibles pero con voluntad propia, deseos y cosas que decir. Los anhelos ectoplasmáticos de estos entes se manifiestan a través de una camarilla de ungidos que son sus oráculos, también llamados portavoces o portavozas (si son mozas), quienes poseídos de un fervor arrebatado, prestan sus lenguas a los colectivos cual mediums en trance.
Es por tanto justo y necesario, es nuestro deber y salvación, prestar mucha atención a lo que los colectivos nos exigen a través de sus sacerdotes y pitonisas porque los colectivos son ubicuos y todo lo observan y si te entregas a la algofobia ellos lo sabrán y te castigarán.
Los colectivos son seres fantasmagóricos que se alimentan de tu miedo y de las almas de aquellos a los que dicen representar.
El colectivo arco-iris es un ser imaginario que pretende ser el sumatorio de todas las voluntades de aquellos humanos homosexuales, transexuales, trisexuales o fluidos, que con mansedumbre entienden que el colectivo se desvela por ellos, piensa por ellos, opina por ellos y habla por ellos. El colectivo sabe mejor que tú, homosexual, lo que es bueno para ti y te protege porque eres un ser indefenso que necesita ser guiado y dirigido. Ya sabes que si eres homosexual y blasfemas contra el “colectivo” te conviertes en una locaza, en una maricona mala o en una bollera camionera desquiciada. No oses contradecir lo que el colectivo opina en tu nombre.
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El colectivo morado es un ser imaginario que se ocupa de proteger a las mujeres y que aúna en singular voz, y en una comunión mística inefable, la voluntad de todas las pobres hembras incapaces de valerse por si mismas. Si naciste mujer puedes y debes ofrecer tu capacidad de análisis y tu individualismo al Gran Coño Violáceo Espectral (GCVE) para que vele por ti, te aconseje, te amoneste si es preciso, y te diga con qué cosas debes ofenderte o qué trabajos son apropiados para ti (entre otras cosas). Piensa mujer que eres una víctima y que si no te entregas al GCVE vendrán los machirulos y los heteropatriarcas a devorarte. Ya sabes que los hombres te odian por ser mujer y que si no fuera por el GCVE y la ayuda de sus portavoces (vozas si son mozas) ningún hombre te respetaría. Si apostatas del colectivo del Gran Coño que todo lo ve eres una machista insolidaria con tus hermanas.
Todos aquellos que están unidos en comunión con su colectivo imaginario dejan de ser Elena, Marcos o Charo y se convierten en miembros del cuerpo místico del colectivo en cuestión. Renuncian a sus ideas y a su capacidad de análisis para “elevarse” a la categoría de hormigas desfilando o de abejas zumbando en sintonía.
Querida mujer, querido homosexual, querido congénere homo sapiens, no tengas miedo, los colectivos no existen, los colectivos son los padres (pero unos muy malos). Hazte a la idea de que vives en una guardería supervisado por un claustro de profesoras y profesoros progremonguers que insisten en contarte que los duendes y las hadas existen; y también los trols y los ogros. Este planeta es cada vez más parecido a un jardín de infancia regido por psicópatas empeñados en fumigar el sentido común a la vez que celebran que haya más niños con coño y niñas con polla. No permitas que te roben tu voz una panda de tahúres y tarotistas asustaviejas a los que no les preocupas una mierda y que viven como curas (de hecho lo son a su manera) a tu costa.
Cuando oigas o leas que tal o cual colectivo opina esto o aquello o que manifiesta tal o cual cosa cambia de canal o de web. Cuando escuches a alguien decir “las mujeres decimos”, “los transexuales exigimos” o los “homosexuales estamos en contra” ponte a repasar la lista de la compra y termina con una sonrisa diciendo “los colectivos no existen”.
¿Has visto a algún “colectivo” ir a la cárcel, llorar, perder a un ser querido o viajar en metro? Yo no, pero lo mismo un día, quién sabe.
Esos que dicen hablar en nombre de esas cosas fantasmagóricas que supuestamente te representan y que llaman colectivos, son realmente muñecos manejados por ventrílocuos que se ríen de ti y de sus muñecos. La única diferencia entre tu y la muñeca pitonisa (o sacerdote LGBT que tanto me da) es que a esta sí que le pagan por mover los labios.
El colectivo LGBTI NO EXISTE, el colectivo feminista NO EXISTE, el colectivo de hombres calvos NO EXISTE. Tú, mujer, tú homosexual y tú lo que coño seas, vosotros sí existís y sois todos miembros de la misma especie de homínido; tenéis los mismos derechos, libertades y deberes, cada uno con sus capacidades, cada uno con sus ideas.
Lo dicho, no te pares en la curva y sigue lavándote los dientes cuando se te aparezcan los colectivos; sonríe y alza tu dedo corazón al viento mostrando que estás hasta el coño o hasta la polla de que te traten como a un ser deficiente intelectual.