InicioPeriodismoCaso Farkhunda o por qué los afganos adoran a los talibanes

Caso Farkhunda o por qué los afganos adoran a los talibanes

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Los talibanes han tomado el control del país en tiempo récord no porque sean una fuerza militar formidable sino porque representan lo que los afganos desean. Los talibanes son los suyos, sus “chicos”. En Occidente nos puede costar creer que haya gente que desee una tiranía teocrática salvaje, pero así son las cosas.

Pondré un ejemplo de lo que es la mentalidad afgana trayendo a este artículo un hecho acontecido el 19 de marzo de 2015 en Kabul. Farkhunda Malikzada era una estudiante islámica devota (lo único que pueden estudiar ya las mujeres en Afganistán es el islam) de 27 años que aprovechó que pasaba por un santuario en Kabul para entrar a recitar sus plegarias.

Farkhunda había estado discutiendo previamente con el mullah Zainuddin frente a la mezquita de Shah-Do Shamshira, donde trabajaba como profesora islámica. La devota musulmana le afeaba al mullah que vendiera amuletos por considerar que era algo contrario al islam. De lo que no se dio cuenta esta maestra islámica es de que llevar la contraria a un hombre es mucho más contrario al islam que vender amuletos y que de acuerdo con el Corán el testimonio de una mujer solo vale la mitad que el de un hombre.

Los afganos no quieren democracia, se orinan en ella. No merece la pena gastar un solo céntimo y ni una sola vida para “defenderles” de ese islam colorido, prístino y sanguinario, al que son tan aficionados

Durante esta discusión, Zainuddin le acusó de quemar el Corán. Ella respondió que era musulmana y que los musulmanes no queman el Corán.

Cientos de hombres acudieron en masa al santuario al escuchar la acusación del mullah. La policía llegó e intentó llevar a Farkhunda a la comisaría local a menos de 2 kilómetros de distancia, pero ella se negó y pidió que la acompañara una mujer policía. Se jugaba la vida y ella seguía en modo devota musulmana. La turba arrastró a Farkhunda a la calle, la arrojaron al suelo y comenzaron a golpearla y patearla. Llegaron más policías, disparando tiros de advertencia al aire y dispersando temporalmente a la multitud. La trasladaron a la mezquita Shah-Do Shamshira en un intento de protegerla. A medida que la multitud crecía y los rumores de que ella estaba trabajando con estadounidenses comenzaron a circular, la multitud intentó asaltar el santuario. La policía la subió al techo del edificio en un intento de rescatarla de la multitud, pero Farkhunda, golpeada por piedras y tablones lanzados por la muchedumbre de fieles musulmanes que subían por la verja, rodó por el tejado cayendo al suelo.

En el suelo del recinto de la mezquita la estuvieron pateando y lanzando objetos mientras la gente grababa con sus teléfonos y pedía que le atizaran más fuerte. Llevaron en volandas a Farkhunda a la calle entre continuos y salvajes golpes. La arrastraron mientras le apalizaban con tablas hasta la carretera. Los agentes de tráfico que hasta hacía un minuto estaban trabajando en la carretera ya habían desaparecido (era hora punta en Kabul). Pusieron a Farkhunda en el asfalto y pidieron al conductor de un todoterreno blanco que pasara por encima de ella. No tuvieron que insistirle mucho, enseguida estaba arrastrando el cuerpo de la mujer con los bajos del vehículo durante unos 100 metros.

Posteriormente los hombres estuvieron debatiendo si había que colgar el cadáver para que todos lo vieran o si era más conforme con Allah quemarla. Finalmente optaron por llevarla a la orilla del río para seguir apedreándola (los niños compitiendo para ver quien llevaba la piedra más grande) y quemarla usando los turbantes de los asesinos porque la ropa empapada en sangre de Farkhunda no ardía bien. Cuando el cuerpo de Farkhunda era un guiñapo cubierto en llamas llegó la policía para dispersar a la gente, no sea que se quemaran.

Eso era en Kabul, la capital “cosmopolita” de Afganistán, en 2015 y en hora punta. Imagínate lo que debe ser una aldea de la provincia de Paktīkā.

Aquí os traigo el vídeo que muestra lo que le hicieron a esta mujer en plena calle y a la luz del día. Decenas de teléfonos móviles grabando, todos felices de dar patadas y arrojar grandes piedras a una mujer indefensa. El motivo para torturarla hasta la muerte en público era que un cabronazo le acusó de hacer algo que no hizo y que no debería ser delito en ninguna parte del mundo: quemar un corán. Las imágenes son muy crudas. Está en inglés pero seguro que después de leer lo que te he contado podrás seguir bien lo que ocurre:

Los afganos no quieren democracia, se orinan en ella. No merece la pena gastar un solo céntimo y ni una sola vida para “defenderles” de ese islam colorido, prístino y sanguinario, al que son tan aficionados. Farkhunda murió por querer ser más musulmana que un mullah y pretender prohibirle su negocio de amuletos a un hombre. Claro que esta mujer no quemó el Corán, ¿cómo lo iba a quemar una señora que prefiere esperar a que llegue una mujer policía a salir por patas rumbo a la comisaría?

En Afganistán según una encuesta del Pew Research Center, el 99% de la población es favorable a que la Ley Islámica (La Sharía) sea la ley oficial del país.

En Afganistán, el 39% de la población opina que los ataques suicidas están justificados, tan solo por detrás de los palestinos. Los talibanes han tomado el control del país dándose un paseo en cuanto las fuerzas de la coalición se han ido, y es que los talibanes son “sus chicos” y cuentan con el apoyo mayoritario de la población. Hace unas semanas la momia de la Casa Blanca (un tal Joe) dijo que el estado afgano estaba preparado para repeler la agresión talibán porque contaba con un ejército de 300 mil hombres… todos se han quitado ya el uniforme.

Hay un pequeño porcentaje de afganos que preferirían que las niñas puedan ir al colegio y que puedan casarse con quien ellas elijan pero son una minoría insignificante viviendo en uno de los parques temáticos del islam.

Desengañémonos, en Afganistán los talibanes son más populares que todas las estrellas juntas de la Liga Santander en España. Para los afganos una buena ejecución callejera es el equivalente a irse de cañas y si es una lapidación en el campo sería como para nosotros quedar con amigos para hacer una paella. Una buena lapidación de una supuesta adúltera tiene más éxito entre el público afgano que una final de la Champions. En Afganistán se limpian sus musulmanes traseros con nuestra moral occidental, les parecemos bestias infieles que enfadan a Allah. Son felices manteniendo sus costumbres tribales milenarias que los versículos coránicos no hacen sino potenciar.

Los talibanes no han atacado ni conquistado nada, solo han esperado a que se marcharan los extranjeros para pasarse por Kabul a recoger las llaves, sin disparar un solo tiro excepto los empleados en las ejecuciones callejeras que tanta pasión despiertan en ese país.

Afganistán no es un país aislado del resto del mundo musulmán sino una nación islámica más en la que la Ley Islámica tiene mucho predicamento entre la población. Pero la afición por este manual de sadismo llamado Sharia es igualmente grande en Brunei, Arabia Saudí, Qatar (donde estaban exiliados los líderes talibanes), Irán, Sudán, Marruecos o en Pakistán. Pakistán es por cierto el país en el que los talibanes siempre han tenido su refugio, para Bin Laden era su segundo hogar (allí mataron al bicho los de la Delta Force estadounidense). Las zonas tribales paquistaníes con gran presencia de la etnia pashtun son como la casa de la abuela para los talibanes, entran y salen como Abdullá por su casa. Paquistán, el mejor aliado de China en la región y enemigo acérrimo de la India es una potencia nuclear donde a los cristianos les llaman “los barrenderos” y donde basta con que te acusen de blasfemar contra Mahoma para que te puedan linchar en la calle.

Así está el patio en la zona.

Lo que los occidentales debemos hacer es pirarnos de ese paraíso de Allah en la Tierra y dejar que se cuezan en sus propios jugos. En Afganistán mayoritariamente no quieren nuestra ayuda para salvarles de ellos mismos. Nuestra única intervención debe ser a través de los servicios de inteligencia. Debemos financiar a cualquier loco soñador afgano que tenga un proyecto que permita desislamizar poco a poco el país. Has leído bien, he dicho desislamizar, porque el problema de este país, que un día fue budista, es el islam. El islam ha maridado a la perfección con sus salvajes tradiciones tribales (sobre todo las de los pashtunes) y solo desislamizando el país como se desnazificó Alemania en los años 40 y 50 del pasado siglo, se puede tener algún atisbo de esperanza de que entre esta gente algún asomo de valores cristianos empiece a apuntar. Y sí he dicho valores cristianos como la defensa de la vida (de cualquier vida) o el respeto a la dignidad humana.

¿Algo imposible? No, pero sí extremadamente difícil mientras en Occidente haya imbéciles que llamen al islam la “religión de la paz” y se diga que algo tan natural como temer al islam, una ideología totalitaria y supremacista, es un comportamiento racista.

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