Ser políticamente correcto es “renunciar a tu propio criterio para conseguir la falsa aceptación de una mayoría de imbéciles”. Nunca he visto una definición más sintética y acertada de esa enfermedad mental llamada corrección política.
Encontré la acertadísima viñeta que ilustra este artículo en el perfil de una amiga de Twitter y me di cuenta al instante de que la frase condensa en 15 palabras las 200 páginas de mi libro Homo Correctensis.
Te traigo un extracto del libro en el que explico para qué sirve la corrección política patológica:
“Quienes asumen que lo que se define como políticamente correcto en cada tiempo y lugar es un manual con el que conducir sus vidas, y generalmente medrar compensando su falta de talento, castran sus mentes a cambio de dosis permanentes de serotonina que emanan de la fuente de la aceptación social”.
“El pensamiento políticamente correcto es una guía para perezosos mentales, un género de bípedo muy abundante. Con este manual de verdades impostadas se conducen por la vida gentes que buscan aparentar ser modernos y progresistas pero cuya intelectualidad ´pret-a-porter´ correctensis es superficial y no aguanta una crítica medianamente razonada”.
Homo Correctensis en formato e-Book
Homo Correctensis en formato tapa blanda
Abrazar la corrección política entraña un intercambio entre el poder y el individuo. El individuo entrega su facultad de cuestionarse las cosas y de formarse un criterio a través de su capacidad racional. Renuncia a buscar, contrastar y evaluar información porque eso cansa. A cambio el poder le otorga, al sujeto que se bautiza en esta religión tóxica, un pasaporte y un manual con respuestas simples, sin substancia, pero que permiten al nuevo borrego integrarse en el rebaño de los supuestamente “buenos”.
El poder por su parte, al acrecentar las cabezas de ganado lanar de su rebaño borreguil, aumenta el volumen de la caja de resonancia donde se escucha un eco uniforme cada vez más unánime. El Poder logra que los cambios que persigue no sean cuestionados mas que por unos pocos. Logrando que el corral de los que se manejan a través de consignas sea cada vez mayor se crea la sensación de que los pocos que aún ponemos en jaque la ortodoxia, los dogmas, de esta neo-religión pagana, seamos etiquetados con todo tipo de adjetivos al uso (facha, fascista, transfóbico, negacionista de tal o cual cosa, nazi, machirulo, racista).
__________
Y un minuto de publicidad ¿Quieres disfrutar de una buena lectura y apoyar a Freenoticias? Te presentamos Homo Correctensis, el libro que con un estilo libertario con toques punkies, arrasa con ironía, humor y lógica todo el panteón progremonguer (o correctensis como les llamamos aquí) y deja tiritando todos los dogmas del Pensamiento Único
El libro que todo progre teme que leas: Homo Correctensis
(El regalo ideal para el cumpleaños de alguien que te caiga mal)
__________
Lo que está ocurriendo es que los “malditos” estamos empezando a ponernos las etiquetas por montera y los insultos nos los colgamos como medallas. Nos hemos dado cuenta de que discutir con zombies preprogramados sobre si somos o no fachas o cómo de nazis somos, es un debate estéril, lo mollar está en arramplar con los dogmas del correctismo político negando la propia realidad inventada en la que se asientan esos dogmas (teoría de género o queer, feminismo 3.0, cambio climático 100% antropogénico, multiculturalismo, relativismo cultural, teoría crítica de la raza, etc.). En eso estamos los cimarrones librepensantes, cosechando muchos éxitos y vacunando a muchos que van saliendo del armario. Una vez aparcados los complejos y los miedos a que nos digan lo malos que somos nos centramos en demoler los dogmas progres cubiertos de etiquetas que nos la traen floja.
En su religión, negar cualquiera de sus dogmas y que te crezca un bigotito de Hitler y te entren ganas de invadir Polonia (como decía Woody Allen que le pasaba cuando escuchaba a Wagner) son cosas casi simultáneas, que van de la mano.