De un lado tienes para elegir entre cuatro sabores de socio-comunismo que se diferencian entre sí tan solo en el grado de profundidad — y sobre todo en la velocidad — con que quieren sodomizar tus libertades y derechos. Esos cuatro partidos socio-comunistas — PP, Unidas Podemos, PSOE y Más Madrid — comparten principios y dogmas (progres) comunes. En el otro otro lado tienes a un partido, VOX, que aunque está lejos de ser perfecto, tiene principios claros, carece — al menos de momento — de complejos y desafía esos dogmas progres con descaro y abiertamente.
No hay otra manera de encarar las mentiras que hacerlo con desparpajo, de frente y a la cara. Es refrescante ver que hay un partido con las pelotas — no voy a buscar términos educados, hoy no me apetece — necesarias para decir que el emperador está desnudo sabiendo que por decir verdades obvias va a ser asaeteado a insultos. Solo hay un partido que se atreve a decir lo obvio y señala las vergüenzas del emperador que está en pelotas. Un único partido enarbola la bandera de la libertad — y no Isabel querida, no es el PP — y sacude con la maza de la verdad los dogmas progres.
Solo hay un partido — y no Isabel, no es el PP — que ante cada mentira progre contrapone una realidad obvia.
Solo hay un partido — y no Isabel, no es el PP — que frente a la “violencia de género” se atreve a decir la verdad: la violencia no tiene género y debe ser perseguida con contundencia siempre.
Solo hay un partido — y no Isabel, no es el PP — que frente al engaño que supone otorgar derechos especiales a colectivos (LGBTI, de las mujeres o el colectivo que sea) se atreve a decir que todos somos iguales ante la ley y debemos tener los mismos derechos y no más o menos en función de nuestro sexo o inclinaciones.
Solo hay un partido — y no Isabel, no es el PP — que frente a la “ideología de género” que sostiene que hay tantos géneros como la imaginación humana permita, se atreve a decir la verdad científica, que solo hay dos géneros.
Solo hay un partido — y no Isabel, no es el PP — que frente a una ley con un nombre irracional como “memoria histórica”, se atreve a decir que la historia y la memoria pertenecen a ámbitos diferentes y que es el trabajo de los historiadores, no las fantasías de los políticos, y el estudio documental y de los hechos, no los deseos de revancha, lo que debe ir asentando cómo se escribe la historia.

Isabel Díaz Ayuso, que admito que es voluntariosa y tiene arrestos, dice que ella va por libre, que tiene perfil propio y que toma sus propias decisiones. Lo dice porque sabe que nada le puede contaminar más la campaña y que nada puede arruinar más sus expectativas electorales que asociar su imagen a la de su jefe de filas, Pablo Casado. Casado es un tipo a quien le cuesta ocultar todos los complejos que tiene, de hecho a veces hasta se le adivinan tatuados en la cara — incluso con la barba –, y como todo ser con principios de plastilina carece de la capacidad que se necesita para arrostrar los insultos de la izquierda; esos insultos que otros nos ponemos por montera.

Casado es el típico demócrata cristiano por la mañana, liberal para el aperitivo, conservador a media tarde y centrista — ¡ah, el centro, ese lugar mítico que no existe! — para cenar… y social demócrata al pilpil los días de lluvia. Un ser sin espina dorsal moral y con más disfraces que Mortadelo.
Casado, el jefe de Ayuso, es un claro exponente, como lo era Mariano, de personaje que vive atormentado por ese Síndrome de Estocolmo invertido, pervertido o retorcido, que le hace buscar una y otra vez el perdón de la izquierda. Este tipo de sujetos, como Casado y de forma más furtiva Ayuso, que están a mitad de camino entre lamelibranquios y gasterópodos, parecen llevar su derechismo intermitente con la misma vergüenza con la que un adolescente lleva el acné.
Todos los líderes de la cosa esa que se llama PP sienten una pulsión fetichista erótico-política que les impulsa a pedir perdón al papi chulo socialista de turno que se les ponga por delante con un micrófono de por medio. Cuando sale alguna — generalmente son las mujeres en el PP las mejores — con menos complejos, se la crujen en un pispás — ¿Verdad Esperanza?–
Votar a Ayuso es votar al PP, y dar alas al gasterópodo Casado para que, entre otras cosas, pueda crujirse (políticamente hablando) a Isabel Díaz Ayuso. Todos los jefes mediocres, Casado aunque intelectualmente es brillante es un paria como líder, que llegan a puestos que precisan liderazgo, suelen ser brillantes en el arte de jugar al teto con sus rivales que apuntan maneras. Creo que se me entenderá cuando digo que la idea que saborea Pablo puede resumirse con esta frase:
— Isabel, tú gana las elecciones y pretende que vas a tu bola; luego jugamos al teto, tu te agachas y yo… y seguimos para bingo —

Hay un partido que garantiza en gran medida la libertad del individuo — y no Isabel, no es el PP — y se llama VOX. En estas elecciones del 4 de mayo nuestro apoyo es para VOX, y no es un regalo sino un préstamo que le damos al partido de Abascal porque es el que, hoy por hoy, presenta mejores garantías. Si nos devuelven el préstamo, y con intereses, defendiendo la libertad de todos los españoles como leones, volveremos a prestarle el voto y si no, pues no. Ese debería ser siempre el trato.
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