Pablo Casado es un buen orador y una persona inteligente. Pablo Casado podría dar charlas muy amenas en universidades, en el Foro de Davos o en la tertulia de su bar favorito. Pero Pablo Casado no es un líder y el PP no es un partido político.
Casado es el empollón de la clase metido a delegado, sin carisma pero muy limpio y aseado. El PP es un organismo de contornos amorfos y sin espina dorsal aposentado en eso que llaman el espacio de centro-derecha.
Cuando el PP competía tan solo con La PSOE y Unidas Pandemias le bastaba con no decir demasiadas tonterías, no mojarse ni debajo del agua y esperar a que le votaran los que teníamos que elegir entre susto o muerte.
Llego Ciudadanos y la cosa se empezó a torcer para el PP. Pero Ciudadanos se dejó el alma por el camino y se convirtió en un PP socialdemócrata liberal de centro y no sé qué otras yerbas, un partido que competía en melindres y complejitos con el PP. Ciudadanos fue purgando a sus mejores activos y Albert Ribera acabó eligiendo ser el consorte de Malú en lugar de capitanear un barco sin rumbo. Arrimadas pasó de ser una líder a un anuncio de televisión cuando después de ganar las elecciones en Cataluña en 2017 hizo mutis por el foro y se fue a la Villa y Corte en lugar de quedarse a dar la batalla en Barcelona.
Llegó VOX y estos iban sin complejos a dar por inválido el consenso progre a decir que la violencia es la violencia y que no tiene sexo ni género, que ser violentos y abusones está mal se tenga una polla o un coño. Dijeron que el feminismo no es sinónimo de mujer, que se puede ser gay, transexual o lo que te dé la gana sin tener por ello que pensar de una manera predeterminada y obligatoria.
En el campo de las ideas el PP no puede competir porque carece de ideas, es un organismo amorfo que es parte del ecosistema del pensamiento único y uno más a la mesa de la cleptocracia política. No es el que más roba, pero sí al que más se le reprocha.
El PP vive más pendiente de hacerse perdonar que de tener principios porque le aterra que le cuelguen etiquetas. No se dan cuenta de que somos millones los que lucimos con orgullo en la solapa las etiquetas (facha, homófobo, racista, xenófobo, machista) que la izquierda libertofóbica nos admistra. Nos da lo mismo que nos etiqueten porque no jugamos a su juego ni con sus normas. Jugamos a la defensa de las ideas y nos divertimos reventando las burbujas de realidad inventada que nos sirven en bandeja los que con alma de dictadores se creen que pueden imponernos sus paranoias. El PP no está en esa liga, ellos juegan a defenderse con el rabo entre las piernas para que no les sodomicen demasiado.
Esta imagen resume lo que es el PP a día de hoy:
